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RECOMENDACIÓN 72: SEGUNDO ORIGEN (por Noelia Illán)

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Yo tenía 17 años. Empezaba a salir con un barcelonés (algo mayor que yo) y me moría de ganas de aprender catalán, no tanto por mi patente amor a la lengua (que luego crecería considerablemente) sino porque no me enteraba absolutamente de nada cuando viajaba a la ciudad Condal. El Canal 9 – que pillábamos de mala manera en Cartagena- había hecho que al menos entendiera un par de expresiones en valenciano, pero claro: no bastaba para moverse por esa maravillosa ciudad que es Barna.



El caso es que comencé la universidad un año más tarde escogiendo catalán como optativa (tres años con la maravillosa Juana Castaño como profesora), pero el verano anterior a mi entrada en Filología Clásica comencé mis lecturas en aquella lengua que yo entonces veía tan necesaria para mi futuro inminente con aquel muchacho. Y fue el MECANOSCRIT DEL SEGON ORIGEN la novela que llegó a mis manos, con unas hojas amarillentas, con olor a armario cerrado, una tapa desgastada y alguna punta doblaba.

La novela, de Manuel de Pedrolo, fue publicada en 1974 -en catalán, claro-, y aunque no era originariamente una novela pensada para un público juvenil pronto se convirtió en una lectura casi obligatoria entre el público de instituto (de ahí el desgaste de mi ejemplar, que había pasado por manos de mi novio, de su hermana, del primo y del hermano del primo).

La historia es la siguiente: Alba (14 años) y Dídac (9) que viven en Benaura, una villa rural catalana. Al inicio de la novela, el niño es acosado por otros macarras del pueblo y cae al río; Alba se tira al agua para rescatarlo porque no sabe nadar. En ese momento, una especie de ataque alienígena acaba con la humanidad (o eso parece aparentemente), pero ellos logran salvarse al estar dentro del agua justo entonces. Tras unos días, marchan en busca de otros supervivientes y se instalan en una casa abandonada junto al mar. Va pasando el tiempo, y deciden confeccionar una biblioteca en Barcelona para preservar así el conocimiento -todo esto, sepan, aderezado con penurias, heridas e incluso la aparición de una criatura del espacio al que matan-. Al cabo del tiempo, se instalan en otra zona cerca del río para poder cultivar plantas, pero pronto comienzan su viaje en barco por la costa. Aquí es donde quizá (además de la parte sexual de la que luego hablaré) hay mayor diferencia con la película: llegan hasta Nápoles, tras haber matado a tres supervivientes con los que coinciden en una playa francesa porque quieren violar a Alba. Es allí, en Italia, donde con 12 y 17 años comienzan a tener relaciones sexuales. A su vuelta a Cataluña, se instalan de nuevo en la villa de la costa y pronto tendrán a Mar. Aunque la vida es dichosa, Dídac al poco tiempo muere. Será Alba quien lo entierre en la playa, y al final de novela confesará que es ella quien relata la historia y que su mayor deseo es que el pequeño Mar crezca para poder perpetuar la especie. El último capítulo de la novela se trata de un texto periodístico (escrito más de siete mil años más tarde), donde se especula sobre la autenticidad del “manuscrito” de Alba, la nueva Eva.

Me parece curioso la elección de los nombres: Alba, que significa “blanco, limpio, puro”, quizá relacionado precisamente así con el carácter de “madre de la humanidad”, y Dídac, que aunque sea un nombre muy frecuente en Cataluña, sin duda tiene que ver con el término griego “dídajos”, “el que aprende.

La trama fue llevada a la televisión con una serie de éxito producida y emitida por TV3 en 1985. Años más tarde, la productora catalana Antàrtida Produccions adquirió los derechos de adaptación cinematográfica y era Bigas Luna quien iba a dirigirla (llevaba años queriendo hacerlo, pero no pudo por falta de entendimiento con Pedrolo); su muerte en 2013 lo impidió de cualquier manera, y será finalmente Carles Porta el que la llevaría a la gran pantalla en 2015 en base a lo escrito por Luna.

En cuanto a la película, interpretada por Rachel Hurd-Wood e Ibrahim Mané, encontramos algunas diferencias notables. Alba tiene 20 años y Dídac 10, y la historia se centra, más que en ese despertar sexual de los protagonistas y los cambios que experimentan en su paso de niños a adultos, en el amor como manual de supervivencia. Se convertirán del mismo modo en los padres de la humanidad tras un desastre (que aquí no se especifica como alienígena, sino más bien como tormentas solares), pero siempre con un punto de vista más “dulce” que en la novela, más “comedido”. Carles da a la historia un punto más dramático (con menos atmósfera que la creada por Pedrolo) y con más acción. Además, actualiza la historia con pequeño detalles como la aparición del Camp Nou, el uso del teléfono móvil (en la novela, Alba escribe la historia; en la película, va grabando vídeos y recargando el móvil con una batería solar) o la preocupación tan actual del ser humano por la salud del planeta (más que por la llegada de marcianos). Otra de las grandes diferencias con el libro es la presencia de un tercer personaje fundamental en la trama, interpretado por Sergi López, además de la ausencia del viaje en barco y su llegada a Nápoles. Reconozco que con el libro la tensión (que no acción) era mayor, y los protagonistas transmitían de un modo mucho más creíble ese horror tras el desastre medioambiental que viven, recurriendo a veces la película a un bucolismo demasiado acaramelado.

El agua, la sangre y la leche eran los fluidos esenciales para la vida según Bigas Luna, fluidos que aparecían constantemente en sus películas, y ésta no va a ser menos: cuando Alba amamanta a Mar, un poco de leche se escapa y Dídac con su dedo recoge la leche y se lo chupa. El caso es que Bigas en cierto modo está, aunque sea un poco de soslayo; por ejemplo, el perro se llama “Pirata”, como su propio perro, o la cueva en la que investiga el padre de la protagonista, que refleja la Tierra como útero (un concepto en el que Bigas estaba muy de acuerdo). “Bigas falleció el viernes 5 de abril de 2013 cuando estábamos a punto de rodar”, recuerda Porta. “Él había presidido una primera lectura del guión el 17 de enero. Después, ingresó una semana para un ciclo de quimioterapia y no funcionó”. De Bigas quedan también algunos dibujos, unos bocetos con los que se ilustra el diario del padre de Alba.

Aunque es un libro poco conocido por el resto, se trata de una novela muy presente en las vidas de los jóvenes catalanes desde casi su infancia (si no fallan los datos que encuentro por la red, lleva vendidos más de 2,3 millones de ejemplares). Es esa temática apocalíptica la que además la convierte en una historia actual y que atrae a los jóvenes, que incluye al final una reflexión sobre el futuro de la humanidad que tiene mucho que ver con el complejo de Edipo. De hecho, en la asignatura de Ética se ha tratado la historia entre Alba y Dídac, y después entre Alba y su hijo Mar como ejemplo para ese complejo de Edipo (en este caso, un Edipo salvador de la humanidad).

¿Decepción con el filme? Quizá. No sólo porque la tensión que adopta el libro no se ve en la película (pero bueno, si han visto THE ROAD, ocurre lo mismo con la novela, que casi siempre “es mejor”, como se dice), sino porque viniendo de Bigas Luna me esperaba “algo” más. El cierre erótico del libro (y no cuento nada más para no joder la lectura) aquí no se ve, y creo que es importantísimo para entender la moraleja de la historia. Carles confiesa que es una lectura apta para esos lectores de 12 años. ¿Volverla más comercial?, me pregunto yo... Seguramente. Un lago azul mucho más light...  Tampoco ayuda mucho el doblaje ni el final de la película, donde encontramos las incongruencias mayores con la historia original y todo parece despegarse demasiado del libro, si bien reconozco que no debió de ser una adaptación fácil, no por la trama en sí, sino más bien por la atmósfera. Falta la osadía de Pedrolo, el salto de los límites de lo decoroso y el planteamiento de temas terriblemente profundos.

De todas maneras, si han leído el libro, no son ni dos horas sentado frente al televisor y podrán juzgar ustedes mismos. Y quién sabe si en algún momento llegan a reflexionar acerca del fin del mundo o la ¿necesaria? continuidad de la especie, o incluso ahondar más en uno mismo en un ataque de filosofía pura y dura, y pensar en qué haría usted si se viera en esa tesitura, junto al pequeño Mar, y con la presión de saber que debe hacer lo que “hay que hacer”.


En cualquier caso, el libro me lo quedé yo tras la ruptura, y ya no pasará (supongo) por más manos de adolescentes catalanes, salvo que lo reclamen. Aprovecho para decirle al anterior dueño que se lo mando por correo postal cuando me lo indique. Mis señas son las mismas.


Noelia Illán Conesa






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