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RECOMENDACIÓN 12

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EL SECUESTRO DE
 MICHEL HOUELLEBECQ 








Cuando no hace mucho pasó Houellebecq por Murcia, tras su lectura en Cartagena, los miembros de La Galla Ciencia tuvimos la enorme suerte de poder cenar con él. Una cena en la que tuvimos todo el tiempo a Michel a un escaso metro y medio.

De un autor del que habíamos leído y admirado su obra, del que conocíamos su repercusión, durante aquella cena sólo podíamos pensar "¿En serio? ¿En serio es así?", con cierta extrañeza y ciertas ganas, a ratos, de reír a carcajadas, sólo viendo a un Houellebecq que queda perfectamente retratado -no sin cierta acidez- en esta película que nos hace reír, y preguntarnos todo el rato: "¿En serio?¿En serio es así?". Pues sí, y ahí radica la genialidad de esta cinta y del propio Houellebecq, que entra al trapo y, más que actuar, se limita a ser él, a reírse de sí mismo en cada escena. 

Creo que es un trabajo excelente el de los que están detrás de esta divertida rareza en la que el supuesto secuestro del controvertido escritor francés sirve de excusa para que se suceda toda una serie de situaciones surrealistas y geniales en las que, sin duda, hay mucho de la personalidad de Michel.


Es cierto -como ya ha dicho alguno, y por sacar algún "pero" a la película- que quizá es una comedia que logra el efecto antes descrito en aquellos que están interesados en la figura de este excéntrico escritor. En cualquier caso, estamos ante una marcianada altamente recomendable.


Manuel Pujante



M.H. con el Número UNO de La Galla Ciencia
en sus manos (30/4/2014)

El año pasado Michel Houellebecq visitó
 la Región de Murcia. Estuvimos en Cartagena con él,
 y aquí tienes la crónica de aquel fantástico encuentro.




RECOMENDACIÓN 13: DRÁCULA

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DRÁCULA







“Es la víspera del día de San Jorge. ¿Usted no sabe que esta noche, cuando el reloj marque la medianoche, todas las maldades del mundo tendrán pleno poder?”

Bram Stoker




Éste novelista, escritor, periodista y funcionario irlandés nunca se imaginó que, tras publicar en 1897 la novela Drácula iba a tener la repercusión que tuvo  y que aún hoy en día sigue teniendo. Se ha convertido en un libro clásico que hay que leer. Bram nació en Irlanda en 1847 y falleció de una sífilis en Londres en 1912. 


Bram se inspiró en la vida de Vlad Drácul III, más conocido con  “el empalador”.  Fue príncipe de Valaquia (1431-1476). Éste hombre tenía un método predilecto de tortura que consistía en introducir un palo de 3,50 m de longitud por el recto, fijarlo a la carne de sus víctimas y después levantarlo hasta lograr la muerte.

La novela está estructura en diarios, en cartas, en transcripciones de conversaciones y en telegramas que nos permiten profundizar en los distintos personajes que aparecen en la novela. Stoker logró llevar el género de terror a otro horizonte, ya que aportó romanticismo y sexualidad a la historia, y la multiplicidad de voces y narradores la convierte en una narración compleja.



Los personajes son fáciles de distinguir y están muy marcados, además de que al final ven cómo sus vidas se cruzan. La acción trascurre fundamentalmente en Transilvania, tierra en la que conviven distintas culturas (húngara, rumana, eslava y gitana). El ambiente y las descripciones de los lugares, así como la vida de las gentes de aquella época. están muy bien logrados.


Drácula es un muerto viviente que reina en la noche. No come, no bebe y no se refleja en los espejos. Busca a sus víctimas femeninas para succionarles la sangre y convertirlas en vampiras. Aparece en cualquier parte y ejerce una fascinación endiablada. Es “el malo” por antonomasia. 


La novela comienza con el viaje del abogado inglés  Jonathan Harker hacia el castillo del Conde Drácula, que está entre Transilvania y Moldavia.  La misión de Harker es la de darle asistencia legal y cerrar unos negocios. El joven secretario, quien  lleva un diario personal en el que anota todo lo que vive en tierras rumanas y que le envía a su novia Mina, se convierte, primero en huésped del conde y después en su prisionero. En el castillo hay tres mujeres, que son vampiras y “novias” de Drácula y que intentan seducirle, pero que no lo logran. Al final Harker logra escapar y en su huida llega a un convento, en el que las monjas le cuidan y avisan a Mina, con la que se casa inmediatamente y  juntos regresan a Londres.

Mientras tanto, el conde viaja a tierras londinenses y seduce a Lucy, amiga íntima de Mina, a la que convertirá en vampira. Lucy está siendo cuidada por su amiga Mina, pero cada vez está más enferma y sus tres enamorados contratan a un médico holandés, especialista en enfermedades raras. Drácula se hace el encontradizo con Mina, que es casi idéntica a su difunta esposa Elisabeta. Entre ellos nacerá una especie de amor y odio, que nos mantiene en vilo hasta el final. El romance está servido…




Quizá una de las mejores películas de la historia de Drácula sea la de Francis Ford Coppola(1991), protagonizada por Gary Oldman (Drácula),  Keanu Reeves (Jonathan Harker), Winona Rydes (Mina), Anthony Hopkins (Abraham Van Heising) y Sadie Frost (Lucy). En 1992 obtuvo tres Óscar: mejor vestuario, mejor maquillaje y mejor efectos de sonido, y premios merecidos, todo hay que decirlo. Coppola rodó una película muy fiel a la novela, aunque incorpora una relación amorosa entre Drácula y Mina con un alto componente trágico y pasional.


Hay muchos actores que han encarnado al vampiro más famoso de todos los tiempos: Christopher Lee, Thomas Kretschmann, Willem Dafoe, Frank Langella o Klaus Kinski, entre otros muchos. Sin embargo, yo me quedo con Gary Oldman, que consiguió una gran interpretación, quizá la mejor de su carrera. Resultó muy convincente tanto de vampiro como cuando seducía a Winona. ¿Quién no recuerda la frase “He cruzado océanos de tiempo para llegar hasta ti”? 


Por su parte, Winona Ryder (que para mí no es una gran actriz), estuvo muy sensual y su trabajo es bastante respetable. Tuvo que adelgazar y dejarse el cabello largo para interpretar a Mina y a Elisabeta, la mujer del conde que se suicidó cuatrocientos años atrás. Mina en la novela es una mujer muy responsable y fiel, que cae bajo el poder hipnótico de Drácula,  mientras que en la película  se enamora del conde sin mayor titubeo.  Las escenas entre ella y Gary desprenden pasión y sensualidad, cosa que no encontramos de forma tan evidente en la novela.


La caracterización del personaje de Keanu Reeves en la pantalla se parecía bastante al personaje de la novela, quizá el mejor marcado. En un principio, el papel era para Johnny Depp, quién lo rechazó. Después tantearon a Dicaprio y Brat Pitt, pero sería Reeves quién -gracias a la amistad con Coppola- se quedó con el papel. 


El papel del médico Van Helsing  lo encarnó Anthony Hopkins, quien había bordado al Hannibal Lecter  de El silencio de los corderos. En Drácula estuvo muy aceptable y digno, como cabía esperar en este magnífico actor. Prestó su voz como narrador e interpretó al sacerdote que castigó a la mujer de Drácula tras su suicidio. Hopkins estudió el alemán para lograr darle el acento adecuado a su papel.


Como siempre en todos los rodajes existen curiosidades y en Dráculano iba a ser menos. Por ejemplo, Sadie Frost (Lucy) tuvo que teñirse el cabello de rojo para diferenciarse de Winona, pues ambas tenían un gran parecido físico.  El tema musical del final (Canción de amor para un vampiro) fue compuesto por Annie Lennox, amante del mito.

Otra curiosidad es que el cochero que recoge a Harker para conducirle hasta el castillo del conde es interpretado también por Gary Oldman (capricho del actor). Dicen las malas lenguas, además, que Gary se cortó cuando chupaba la cuchilla ante Reeves: los efectos del alcohol…



En definitiva, la adaptación de la novela por Coppola (con guión de James V. Hart)  es bastante aceptable y el trabajo de los actores encomiable. Nunca está de más volver a echar un vistazo a los clásicos, así que para esas tardes perdidas del invierno os invito a disfrutar de esta cinta que –como su novela homónima- se convertirá en otro clásico.






 Águeda Conesa


RECOMENDACIÓN 14: BLADE RUNNER.

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De androides y replicantes




La película Blade Runner explora, desarrolla o reconduce, algunos de los temas que apunta la novela de Philip K. Dick¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, aunque ésta – favorecida por la extensión permitida a su género – es, tanto en temáticas como en personajes, bastante más prolija. La trascendencia de Blade Runner, su valor, la propuesta reflexiva que ha originado tanta literatura, no se basa en una servil traslación de la obra literaria, sino en la elección de caminos propios, en la búsqueda de su expresión peculiar. Por su parte, la novela fundamenta su valía, no en el puro virtuosismo de la escritura - del que prescinde -, sino en la poderosa explotación de su amplio continente en aras de desarrollar diversas, interesantes y arraigadas hipótesis sobre un futuro que nos concierne.

Reconozco que las horas de inmersión que he pasado en ambas obras me han producido momentos de ciertoextrañamiento de mí mismo, una distancia con respecto a mi habitual sentimiento de la realidad, una aminoración de la conciencia de mi propio yo biográfico, haciéndome sentir más como una pieza del universo que como una fundamental ventana hacia el mismo. A ello contribuye esa sugerencia de indefinición, de dificultad en la distinción entre los seres humanos y sus muy perfeccionadas réplicas, esa duda sobre la identidad, el propio origen, que se esparce por ambas historias. Los androides de la novela – llamados replicantesen la película - han sido creados para ser esclavos. Encontramos en ellos una similitud que nos afecta, pues sentimos que nosotros también podemos considerarnos sometidos, prisioneros de las preguntas que hacemos y no nos son respondidas, rehenes de un tiempo siempre amenazante en el que al fin nos convencemos de no poseer nada sostenible. 
   
La ciencia ficción es un género que exige mucho a los cineastas que lo eligen. No es sencillo traducir a imágenes que resulten verosímiles las imaginativas anticipaciones sobre el entorno futuro. Esos lúdicos pronósticos científicos a menudo yerran, enseguida resultan anticuados, pero, cuando las predicciones nacen de la proyección de las peligrosas derivas de nuestra sociedad, aciertan en su denuncia y, desafortunadamente, de alguna manera, en las degeneraciones previstas.

                Tal vez, el mayor logro de la película sea la ambientación angustiosa, esas calles perpetuamente lluviosas, de agobiante nocturnidad, como en un mal día eterno; pero también lo es la tácita reflexión que va más allá de la trama policiaca, de esas muertes violentas que se suceden; y esos personajes dotados de una apariencia muy singular, como inesperados especímenes de una humanidad que contrasta con una réplica más perfeccionada, más homogénea.
 

                La película introduceel elemento de la angustia temporal, de la conciencia de una muerte indeseable; y, por otra parte, la sospecha de estar viviendo con una memoria ajena, generando un limitado pero intenso haz de cuestiones filosóficas esenciales, como la de la rebelión contra Dios, aquí representada en la venganza de Roy – el replicante más inquieto – contra su creador, un poderoso científico al que no le importa originar seres convertidos, con indiferente crueldad, en sufridores instrumentos.

Philip K. Dick, en su novela, plantea temas diversos, aunque, en el que más incide, es en el de la empatía. Es más explícito que la película en las referencias de sus personajes. Así de Rick Deckard - el perseguidor de bonificaciones, el exterminador de replicantes - conocemos su ubicación y su sentimiento social. Sabemos de su mujer, Iran, una mujer ociosa, conectada a un aparato llamado Órgano de ánimos Penfield, capaz de infundir automáticos y concretos estados anímicos. En ese mundo catastrófico y sombrío, resultado de una Guerra Mundial Terminal, existen símbolos de identificación, a través de los cuales la población sintoniza con una espiritualidad analgésica. Por una parte, una especie de religión denominada mercerismo, representada por el personaje de Wilbur Mercer, y por otro lado, El show del Amigo Buster, personaje que parece tener el don de la ubicuidad, pues está de forma diferente y casi ininterrumpida en las ondas de la televisión y las de la radio, motivo por el que se sospecha su posible condición de androide. En torno a  esos programas confluyen unos ciudadanos crédulos, prisioneros de la consensuada estupidez que se propugna. Finalmente, El Amigo Buster denuncia a bombo y platillo el fraude del mercerismo,pero sus seguidores, necesitados de diluirse en alguna creencia, no parecen darse del todo por enterados.
Wilbur Mercer es un anciano a cuya contemplación se accede a través de una denominada caja de empatía, aparato que dispone de unas asas a las que agarrarse para que se produzca la visión de ese hombre infinitamente ascendiendo la ladera de una montaña desértica, como si fuera un Sísifo espectacular, aquí convertido en detonante de la empatía, en catalizador de un sentimiento de fusión humana que derrota momentáneamente la soledad y se convierte en una cálida desesperanza. Mercer no promete la salvación – él mismo no se salva -, sino solo compañía en la dificultad. No es más que un héroe pasivo, un ejemplo de burdo estoicismo. Como concluye Iran: “lo único que puede hacer es moverse al paso de la vida, e ir adonde ella va, a la muerte”. 
               
Los múltiples mensajes finales de ambas obras resultan bastante coincidentes. De ellos destacaría, en la novela, esa desorientación final del protagonista, esa confusión con sus víctimas, ese descubierto desamparo. Wilbur Mercer le dice a Rick: “Te obligarán a hacer el mal. Esta es la condición básica de la vida, soportar que violen tu identidad”. Rick se siente un ser programado, tal vez no un androide, pero sí un hombre con una vida delimitada por fuerzas ocultas. De la película – aparte del famoso monólogo final deRoy -, lo que me impresiona es esa última contradicción: Rachel ha salvado a Rick, en un intento de identificación humana; y este es nuevamente salvado in extremis por Roy. Demasiado para alguien al que le han sido encomendados los asesinatos de unos seres a los que no se les había asignado la empatía. Y también esa extensaconciencia de la muerte; ese inquietante presentimiento de que nuestra vida es algo esencialmente ajeno, un proyecto misterioso o un insondable azar.


Javier Puig




RECOMENDACIÓN 15: EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

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EL SILENCIO DE LOS CORDEROS






Un libro abierto es un cerebro que habla.

Proverbio hindú. 




La lectura es ampliar conocimientos, es ayudar a desarrollar nuestro lenguaje. Creo que, cuando lees un libro, el autor se transforma en un sabio que nos va aportando valiosos conocimientos. Hoy en día, en donde todo es tecnología audiovisual e imagen, se olvida coger un libro y disfrutar al pasar las páginas. La lectura nos hace viajar a otros lugares sin movernos del sillón. Lo mismo sucede con el cine.


“El silencio de los Corderos”, basada en una novela de Thomas Harris, se estrenó en el año 1991 y mucho se ha escrito, comentado o hablado de esta película de intriga y de asesinos en serie. Personalmente, disfruté más con la película que con el libro.  Recibió en su día, entre otros premios, 5 Oscar: mejor película, mejor director (Jonathan Demme), mejor actor (Anthony Hopkins), mejor actriz (Jodie Foster) y mejor guión adaptado. Y todo ello a pesar de que el género de terror no era muy reconocido en la alfombra roja.

Hay que recordar que Jodie no era la primera candidata al papel de Clarice Starling: se pensó antes en actrices como Michelle Pfeiffer, Melanie Griffith o Meg Ryan, pero todas rechazaron el papel. Felicidades para la Foster, pues protagonizó a una estupenda novata agente del FBI, quien en un principio parecía débil, pero sin duda nada indecisa y bastante ambiciosa.
Ocurrió lo mismo con el papel de Hannibal Lecter: Jeremy Irons o  Gene Hackman fueron los elegidos en un principio, pero tampoco aceptaron. No resultó fallida la elección: Hopkins bordó al personaje, sin duda. Quizás fue su obra maestra.


La trama de la película nos lleva hasta un psicópata llamado “Buffalo Bill” (Ted Levine) que lleva de cabeza al FBI. Este asesino atrae a mujeres jóvenes y “rellenitas” a su furgoneta, las encierra en un pozo que tiene en su casa y al poco las despelleja antes de matarlas para hacerse un traje con la piel de las víctimas. El FBI, ante la impotencia que sienten por no resolver los casos, llama a la joven Starling, experta en conductas psicopáticas. 
 
Hopkins durante el rodaje.

La novata, siguiendo las instrucciones de su nuevo jefe Crawford (Scott Glenn), visita al doctor Hannibal Lecter, que está preso en una cárcel de máxima seguridad. Éste, violento tipo a la vez que seductor, es un psiquiatra que lo mismo te arranca una nariz para comérsela, que te recita poemas de Bécquer. A partir de esa primera visita se crea una relación especial entre ellos. No se puede olvidar el famoso “quid pro quo” que le propone Lecter a Starling. Hay que felicitar también al guionista (Tally) porque la estructura del guión es fantástica y el final de la película sorprendente. Sin duda, una obra maestra que hay que ver porque te mantiene en vilo desde el inicio hasta el final. 


En cuanto al libro de Thomas Harris(escrito en 1988), cierto es que desde la primera página te hace sentir la misma tensión por los cuatro costados.  Es una novela intensa, de esas que no puedes dejar de leer. Insiste mucho en la idea de que lo criminal y lo psicológico van cogidos de la mano. Harris escribió un relato en donde no sólo está el asesino Buffalo, sino que añade a otro psicópata, Lecter, quien intenta empatizar con Clarice, mostrándole de alguna forma el camino a seguir para atrapar a Buffalo.  El autor usó un lenguaje claro, proporcionando a los lectores la información necesaria para pillar al malo. Creo que lo que hace de esta novela sea muy buena es la personalidad de Hannibal. Nos asusta su falta de humanidad, pero maravilla su claridad mental. 

 

También hay que añadir que se describen muy bien los esfuerzos que hace Starling por capturar y entender a Buffalo, y la atmósfera que se crea entre ellos durante las entrevistas que mantiene con Lecter para avanzar en el caso es magnífica. 




Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, pero en este caso no es así: “El silencio de los corderos” es el segundo volumen de una serie de cuatro libros, todos centrados en Hannibal.


Si os gusta el thriller, no dejéis de leerlo. La tensión está asegurada.



 


                                                                             Águeda Conesa Alcaraz

RECOMENDACIÓN 16: FRANKENSTEIN.

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 Frankenstein de Mary Shelley, 
20 años de un delirio incomprendido




Título: Frankenstein de Mary Shelley
Director: Kenneth Branagh
Reparto: Robert de Niro, Kenneth Branagh, Helena Bonham Carter, Tom Hulce, John Cleese, Aidan Quinn, Ian Holm, Richard Briers
Género: Terror/Drama
Fecha de estreno: Diciembre, 1994
Producción: Francis Ford Coppola, James V. Hart, John Veitch
Banda Sonora: Patrick Doyle
Fotografía: Roger Pratt
Vestuario: James Acheson
Guión: Stephen Lady y Frank Darabont sobre la novela de Mary Shelley



En el año 1794 el explorador Robert Walton, capitán de barco, pretende ser el primer marinero en hallar entre los hielos un paso hacia el Polo Norte. En su arriesgada aventura encuentra a un desconocido que dice estar persiguiendo a una extraña criatura. Durante su encuentro, el capitán escucha la extraordinaria historia que aquel extraño que dice llamarse Víctor Frankenstein le cuenta, algo que le hará replantearse su obstinada ambición.

Algo sobre la película

Movido por el dolor de la muerte de su madre, el joven Víctor Frankenstein, estudiante de medicina, pretende poner en práctica algún método científico que le permita resucitar  a los muertos. En su afán por aprender los procedimientos alquímicos que le permitan jugar a ser Dios, conoce al profesor Waldman, quien le revela los secretos de un antiguo proyecto que dio como resultado una abominación. 

En diciembre de 1994 la película Frankenstein de Mary Shelleyse estrenó en el Festival de Cine de Berlín como una de sus principales atracciones. Su director, Kenneth Branagh, a quien se comparó en sus inicios con Orson Welles por gozar de un genio precoz como cineasta, recogió el encargo del mismísimo Francis Ford Coppola para rodar una nueva versión del mito de Frankenstein. La emblemática majoramericana Paramount Pictures, seducida por el completo éxito -tanto de taquilla como de crítica- del Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992), decidió completar la trilogía sobre monstruos de la historia del cine encargando la producción de sendas versiones sobre Frankenstein y el Hombre-lobo. Branagh con su versión gótico-romántica y Mike Nichols con poco interesante Lobo (1994), llevaron a cabo, aunque de manera muy desigual, el proyecto de la productora. Al llevar a cabo el encargo de Coppola, Branagh culminaba como realizador su quinta película en cinco años, y podía presumir que con tres de sus cuatro películas anteriores había conseguido tanto unas calificaciones como un prestigio excelente. A pesar de no haber contado en su día con el beneplácito de la crítica en esta película, después de veinte años sigue siendo considerada como la mejor adaptación al cine de la novela de Mary Shelley (entre sus más de treinta versiones) algo sin duda de un mérito admirable. 

Algo sobre la novela

Mary Shelley.
En el año 1816 ocurrió algo de lo que se han escrito ríos de tinta. El poeta Lord Byron reunió durante unos meses en su mansión en Villa Diodati (Suiza) a Percy B. Shelley y su esposa Mary además de John William Polidori (médico asistente y amante de Byron). Allí, inspirados por las asombrosas vistas, en una tormentosa noche de verano, todos ellos acometieron la tarea encomendada por Byron como un desafío; componer relatos de terror teniendo en cuenta los cambios tecnológicos del momento y las fobias de cada uno. Así, y paradójicamente, la adolescente Mary Shelley de diecinueve años fue la única en cumplir en desafío dando como resultado Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), considerada su obra maestra y -con permiso de Julio Verne y su romance científico- la primera novela de ciencia ficción de la historia. Es justo mencionar que Byron escribió -durante esos meses y unos cuantos meses después- las obras El prisionero de Chillón, El himno a la belleza intelectual, El sueño y Estancias a Augusta, aunque ninguna de ellas fuese un relato estrictamente de terror. Y por si fuera poco, Polidori escribió su relato El Vampiro, que comenzó en Villa Diodati aunque aunque fue terminado con posterioridad al desafío, pero que tuvo gran repercusión (fue adaptado al cine por Dreyer) y considerado el precedente de Dráculade Bram Stoker. Dicho relato provocó mucha controversia en el mundo lector de la época, ya que el propio Byron se adjudicó su autoría inicialmente para después renegar de él.
 Aquellos que han leído la novela siempre han echado en falta más maestría y ritmo en su narración, recordemos que Shelley no era una escritora experimentada y madura, sino una joven adolescente que vivía a la sombra de un afamado escritor, y por si fuera poco, era mujer. Para tratarse de una novela de terror, la humanidad y el sentimentalismo brotan entre sus renglones merced a su extremada sensibilidad femenina. Ello unido a su propuesta literaria, quizá demasiado epistolar, hizo que no todos los lectores que se acercaron a su obra resultaran satisfechos.


La película

Estamos ante una historia que necesita pocas presentaciones, todo el mundo conoce la historia de ese monstruo grotesco, de fuerza descomunal, que robó para siempre el nombre de su creador.
La historia de Frankenstein, aparentemente conocida por todos, encierra un sinfín de matices antropológicos, morales y críticos que poco o nada tienen que ver con las versiones predecesoras donde la criatura es un mero zombi con tornillos en el cuello que asusta a la gente. El planteamiento de Branagh es mucho más trascendente y humano, de Niro, escogido por ser capaz de transmitir al espectador con el mínimo gesto aun debajo de un disfraz tan pesado, consigue que su criatura empatice desde el primer momento con la audiencia e incluso su trágico final, a pesar de ser una criatura grotesca que llega a asesinar a personas inocentes, resulta algo doloroso para el espectador.  

De Niro como Frankenstein.

Kenneth Branagh, famoso por adaptar con éxito a la gran pantalla obras teatrales de Shakespeare, se propuso ser lo más fiel posible a la novela, cosa que consiguió con creces, aunque -con la intención de sorprender al espectador- también se valió de algunas licencias con respecto al texto original, algo que le propinó numerosas críticas en contra. Si bien, su planteamiento, aunque emplazado en el cine fantástico se inclinaba más a la vertiente renacentista y romántica de Shelley, en esta adaptación rompió todas las convenciones del género para instalarse en el drama gótico.
La productora de Coppola (American Zoetrope) junto con otros productores asociados entre los que se encontraba Robert de Niro, dotaron a Branagh de 43 millones de dólares para rodar la película. Injustamente, el film se consideró un fracaso en taquilla a pesar de haber recaudado más de 100 millones de dólares en todo el mundo.
El 95% del material grabado se llevó a cabo en los impresionantes estudios Shepperton de Londres, donde se construyó por partes y con todo lujo de detalles -por ejemplo- la ciudad de Ingolstadt, incluyendo adoquines importados de Portugal. También se construyó a escala real el barco de Robert Walton llamado (en un guiño a Eisenstein) Alexander Nevsky, una compleja estructura de 100 metros de largo por 23 de alto y 7 de ancho que era sacudida por un elaborado andamiaje accionado mecánicamente.
Durante los poco más de cuatro meses de rodaje tan solo fueron rodadas escenas en exteriores durante una semana en los Alpes suizos.

La novela

Cuando la célebre novela Frankenstein o el moderno Prometeo se publicó en 1818, la electricidad era poco menos que una rareza de salón, aunque ya había científicos que experimentaban con ella buscándole fines útiles.
Uno de los protagonistas de dichas prácticas fue el británico Andrew Crosse, quien había erigido un laboratorio donde, entre otros experimentos, transmitía descargas eléctricas a cadáveres en un intento por devolverles la vida tras comprobar, como en algunos casos, que las descargas producían espasmos en sus cuerpos. 
Este método no era nada novedoso, ya que otros científicos como Luigi Galvani ya lo habían practicado anteriormente. Fascinada por estos experimentos, la autora de la inmortal novela, Mary Shelley, hija de Mary Wollstonecraft, filósofa y feminista adelantada a su tiempo, decidió plasmarlos en la novela que, con el protagonismo de su humanísimo monstruo, ha pasado a la posteridad.

 
La novela está plagada de detalles autobiográficos de su autora, uno de ellos es la aparición de las llamadas “sillas de parto”, contrariamente a la medicina actual, en aquella época se pensaba que estar sentado en una silla favorecía la tarea del alumbramiento; y curiosamente la propia madre de la autora falleció poco después de dar a luz a su hija sobre una de esas sillas.





Gran reparto y gran equipo técnico

Entre las caras conocidas del reparto, además de Kenneth Branagh y su doble rol actor/director al que nos tiene acostumbrados, encontramos a uno de los mejores actores de la historia del cine de todos los tiempos, Robert de Niro. De Niro ha aportado a lo largo de su carrera grandes interpretaciones como: Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980), por la que recibió el Oscar al mejor actor principal, El Padrino, parte II (Francis Ford Coppola, 1974) por la que recibió también el Oscar al mejor actor secundario, y El Cazador(Michael Cimino, 1978) por la que fue nominado al premio Oscar y debería haberlo ganado. Fiel a su formación como actor del método, y rodeado por ese hálito de leyenda viva del cine, Branagh tenía constantemente tres cámaras grabándole desde distintos ángulos; era tal la profunda admiración y respeto del cineasta británico hacia de Niro, que jamás le decía cómo hacer una escena, sino que le sugería a su parecer qué era lo más adecuado. De Niro aportó muchas ideas a su personaje, y como en otras películas, hizo gala de su improvisación; en una de las escenas donde la criatura convive con los cerdos del establo, de Niro habló con producción para que en cada toma le escondieran la comida de los animales en un lugar diferente y de esa manera tuviera que
Helena Bonham Carter es Elizabeth.
buscarla realmente. En el papel de Henry Clerval encontramos al actor Tom Hulce, un actor secundario al que todos recordamos por su papel de Mozart en la inmortal película Amadeus (Milos Forman, 1982). El papel del profesor Waldman es interpretado por John Cleese, uno de los integrantes del famoso grupo de actores y humoristas Monty Phyton. Aidan Quinn, al que hemos visto en grandes películas como La Misión (Roland Jofeé, 1986) o Leyendas de pasión (Edward Zwick, 1994), interpreta el papel del intrépido Robert Walton. El padre de Víctor Frankenstein corresponde a Ian Holm, un actor inglés con más de sesenta años de carrera al que hemos visto en películas como Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o El dulce porvenir (Atom Egoyam, 1997). 


En el equipo técnico encontramos verdaderos profesionales con una trayectoria llena de éxitos y reconocimiento como Roger Pratt, quien ha participado en películas como Batman (Tim Burton, 1990) y Troya (Wolfgan Peterersen, 2004) en las labores de director de fotografía. El célebre diseño de la criatura y los efectos especiales de maquillaje corren a cargo de Daniel Parker, quien tuvo que hacer frente a la figura icónica que proyectó James Whale a través de Boris Karloff; salió más que airoso del desafío ya que mereció haber ganado la única nominación al Oscar que tuvo la película. El trabajo de Parker se basó en los primeros dibujos a lápiz y tinta que hizo Berni Wrightson para la obra original de Mary Shelley, una acertada apuesta de otro de los pesos pesados de la película, Frank Darabont. Darabont es cineasta, productor y uno de los mejores guionistas de Hollywood. Su labor de guionista en Frankenstein de Mary Shelley -en sintonía con Branagh- fue determinante para configurar el cariz y textura de la historia. Su experiencia como guionista en películas de corte fantástico durante los años ochenta, y sobre todo, rodar en el año 1983 en corto titulado Dólar Baby (adaptación de una novela de Stephen King), supuso que King confiara en él y le cediese los derechos de su obra Rita Hayworth and the Shawshank Redemption, que terminó adaptando al cine como director en 1994 con éxito mundial, se trata de la película Cadena perpetua. En la actualidad, Darabont es responsable de la serie americana de éxito TheWalking dead.


Creador y criatura en una escena de la película.

El planteamiento operístico de la historia

Buena parte del frenesí, romanticismo y espectacularidad que desprende la película  es responsabilidad del compositor escocés Patrick Doyle. Doyle comenzó su carrera al mismo tiempo que Kenneth Branagh, Enrique V (1989), supuso el exitoso debut para ambos, desde entonces, tanto directores europeos como americanos se han disputado sus servicios como compositor. Y es que la capacidad orquestal de este genio escocés, lo ha catapultado a ser uno de los compositores de cine más valorados en la actualidad. 
Para Frankenstein de Mary Shelley, Doyle compone un extraordinario tema (The creation) que suena íntegramente en la escena de la creación, cuyos compases repetidos e in crescendo sugieren una frenética persecución. Un tema parecido, suena cuando Robert Walton y sus hombres hacen frente a la tormenta, la música transmite la idea de alguien que parece correr ciegamente hacia su propia destrucción. Pero, sobre todo, en la película escuchamos otro tema, uno que suena en los momentos de amor entre Víctor y Elizabeth y cuya funcionalidad va más allá del arquetípico love theme (The wedding night). La misma pieza musical suena durante la película de dos maneras, como tema interpretado por los mismos personajes (lo que se denomina música diegética), y como tema propio de la banda sonora vinculando a la pareja protagonista con la criatura. Como música diegética, este tema aparece arreglado para orquesta en la secuencia del vals de despedida; arreglado para clavicordio es interpretado por el personaje de la señora Moritz en una de las escenas en el interior de la mansión; Helena Bonham Carter lo interpreta a piano, y en su arreglo para flauta lo interpreta el personaje del ciego y más tarde la criatura, motivo por el que Víctor sabe de su cercanía. Pero en la escena donde dicho tema se escucha íntegramente es durante la noche de bodas, un prodigio de violines que no dejó a nadie indiferente y por su extremada belleza fue muy comentado.

Lecturas de una obra inmortal

El subtítulo de la novela es «El moderno Prometeo», haciendo referencia a esa capacidad de Víctor Frankenstein para emular a los dioses y poseer la virtud de dar vida a un ser vivo. En la novela, el hecho “cristiano” de la resurrección, es sin duda un acto de amor. Víctor, movido por el dolor de la pérdida de su madre, ve una posibilidad a través de la ciencia para recuperar un ser querido.
También podemos interpretar esta clásica historia como una lección de la naturaleza en contra de la pretensión humana por imitar a Dios. Querer estar por encima del Bien y del Mal, jugar con fuerzas desconocidas hace que tarde o temprano se pague su precio.

La escena de la cueva en que la criatura dialoga con su creador puede tomarse como el diálogo de cualquier ser vivo con Dios. ¿Por qué estamos vivos? ¿Tenemos alma? ¿La carne es solo materia? ¿En qué parte de nosotros reside el arte? El texto de Shelley encuentra analogías con la obra de John Milton, El paraíso Perdido (1667) cuando su protagonista realiza preguntas metafísicas a su hacedor en un conato del más puro existencialismo. Cabe señalar que una de las escenas suprimidas de la película es donde la criatura lee varios libros, entre ellos, el Paraíso Perdido de Milton.
La historia en general habla del amor y la muerte, pero también de los graves prejuicios del ser humano como especie: la condena social por ser feo o diferente al resto, los graves daños que podemos sufrir por utilizar indebidamente los progresos de la ciencia, en definitiva, una reflexión acerca de las consecuencias de nuestros actos.
En esta película Kenneth Branagh relata la triste historia de un hijo rechazado. La criatura, además de ser repudiada por su “padre” es perseguida y violentada por una sociedad que no la acepta ni la aceptará nunca; consciente de esto, el ser reanimado exclama que haría las paces con todo tan solo por la simpatía de un ser vivo. Un claro ejemplo antropológico de cómo cualquier ser humano nace puro y va corrompiéndose progresivamente en función de su relación con el entorno.

Anécdotas del rodaje

En la célebre secuencia de la creación del monstruo, los actores resbalan en un líquido que en la novela llaman “amniótico”, pero en verdad se trataba de gelatina hirviendo para causar el mismo efecto. Debido a la viscosidad de la gelatina, tanto Branagh como de Niro resbalaron fuera de cámara en varias ocasiones.
El actor Robert de Niro tuvo que aguantar sesiones de cuatro a seis horas de maquillaje cada vez que la escena a rodar requería encuadrarlo en plano medio, y también soportó extenuantes sesiones de diez a doce horas de maquillaje cuando las escenas incluían planos de su cuerpo entero desnudo.
El papel de la criatura fue ofrecido inicialmente por los productores a varios actores entre los que destacan Andy García o Gerard de Pardieu.
El compositor de cine Elliot Goldenthal (compositor de excelentes bandas sonoras como Entrevista con el vampiro o Heat) compuso la primera banda sonora para la película, trabajo que fue desestimado por Kenneth Branagh, quien apostó posteriormente por el compositor Patrick Doyle.


El nombre de Frankenstein fue tomado por Mary Shelley de un pueblo de Polonia donde la autora de la novela vivió varios años de su infancia.
Columbia Pictures ofreció en primera instancia el rodaje de la película al director Tim Burton, quien se planteó llevarlo a cabo con  Arnold Schwarzenegger como actor protagonista, pero finalmente desistió.
El romance vivido por Branagh y Bonham Carter trascendió la pantalla y propició el divorcio del director con la actriz Emma Thompson -quien por entonces era su esposa-, algo que en Inglaterra casi fue más sonado que el propio estreno de la película.

Kenneth Branagh en la actualidad

Paradójicamente en la actualidad, Kenneth Branagh culminará con Cenicienta, el próximo 27 de marzo de 2015, su tercera película como director -digamos- por encargo. Thor en 2011, y Jack Ryan: Shadow Recruit en 2013, son películas ajenas a su trayectoria anterior como realizador de arte y ensayo, un evidente giro hacia un cine comercial quizá propiciado por su irregular fortuna como director en la década anterior.
Kenneth en "Hamlet".
Desde Trabajos de amor perdidos (2000), una elegante comedia musical donde Branagh dirigió a la actriz Alicia Silverstone, con quien se le relacionó sentimentalmente, hasta La Huella (2007), un no muy afortunado remake de la película de Mankiewicz, Kenneth Branagh culminó una década con cinco títulos muy desiguales -en cuanto a calidad se refiere- que corrieron diferente fortuna. Por ejemplo, su película La flauta mágica (2006) no llegó a estrenarse en España. 
Quizá Kenneth Branagh puso su listón demasiado alto en la década de los noventa, donde todo su talento eclosionó firmando cintas de rotunda calidad que le otorgaron fama mundial. Enrique V (1989), Los amigos de Peter (1992), Mucho ruido y pocas nueces (1993) y un largo etcétera, configuran un fulgurante comienzo como cineasta que esperamos vuelva a reconquistar en un futuro. 




                      José Antonio Olmedo López-Amor



RECOMENDACIÓN 17: GERMINAL.

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GERMINAL



 Apaga la vela, que no necesito ver el color de mis ideas.
Émile Zola.



Émile Zola (París, 1840-1902) fue padre del movimiento literario llamado “Naturalismo” (surgido en el siglo XIX y basado en reproducir la realidad con una objetividad perfecta en todos sus aspectos). En España participaron en este movimiento personajes de la talla de Benito Pérez Galdós, Clarín y Blasco Ibáñez.

Émile murió en su casa de París en 1902, supuestamente asfixiado, pues alguien tapó la chimenea de su estufa y falleció por intoxicación de monóxido de carbono. En su entierro, miles de obreros y mineros salieron a la calle para gritar: “¡Germinal! ¡Germinal!”.

La novela Germinal (1885) forma parte de una serie de veinte volúmenes (Les Rougon- Macquart), en la que Zola nos narra la historia de Europa de finales del siglo XIX, a través de las vidas miserables de un poblado minero francés de 1860. Nos retrata con crudeza el mundo de la clase obrera y la clase burguesa.  Es una novela de una intensidad desconcertante, muy cruda, llena de desgracias y con un estilo puro. Sin duda, recomiendo su lectura.

Germinal es un relato que nos habla sobre una huelga general en defensa de los derechos de los mineros, sobre el movimiento obrero o sobre el nacimiento de una asociación minera (AIT). La historia se desarrolla en el poblado Montsou, donde la vida gira en torno a las minas de carbón; comienza con la llegada de Etienne Lantier, un maquinista en paro y que encuentra trabajo en la mina Le Voreux (donde trabajan tanto niños, como ancianos o mujeres). Al poco tiempo de estar trabajando se va a vivir a la casa de Toussiant  Maheu, quien tiene siete hijos, de los cuales tres trabajan con él en la mina.

Ante la miseria que reina allí se origina una lucha contra la compañía, con el fin de mejorar la nefasta calidad de vida existente (indignos salarios  y la inexistente seguridad laboral y sanitaria). Se inicia una huelga al  no haber un acuerdo entre los patronos y los mineros. Estos piden un aumento de sueldo que les permita comer pan cada día. La mina en cuestión y las de los alrededores son trabajadas por jornaleros extranjeros (esquiroles) y, además, son custodiadas por la policía. Hay un fuerte enfrentamiento entre huelguistas y policías y, ante la confusión, un tiro mata a Maheu.
Tras la muerte de uno de los líderes morales, muchos quieren volver a trabajar pues las familias no tienen nada para comer. Se dan cuenta de que la huelga ha fracasado. El anarquista Souverine, personaje contrario todo lo que hacían los obreros,  sabotea la mina poniendo una bomba y, al inundarse ésta, muere el hijo mayor de Maheu. Atrapados dentro de la mina, surge una disputa entre Catherine, hija de Maheu, y su amante Chaval (agresivo y alcohólico) y es Étienne (enamorado de ella) quien lo mata de una pedrada. Étienne es rescatado de la mina con vida, pero Catherine muere. 

Por otro lado, los patrones van a casa de la famila Maheu a dejarles una cesta con cosas  y sólo está Buenamuerte (padre de Maheu) quien, desesperado por tanto horror, estrangula a la hija de uno de los patrones.
Al final, la mujer de Maheu es la que regresa a la mima a trabajar, dejando atrás sus ideales. Muchos miembros de su familia han muerto y no hay suficientes sueldos para comer. Étienne se va del pueblo sabiendo que  con esa huelga no se logró nada, sólo que muriera mucha gente. Sin embargo atrás dejó sembradas ideas que en un futuro germinarían.

La película está dirigida y producida por el francés Claude Berri (fallecido en 2009) y estrenada en 1993.  Obtuvo dos premios César del cine francés a la mejor fotografía y mejor vestuario, además de varias nominaciones. El film es francobelga  y está basado en la novela de Émile Zola. Sus persosnajes principales son Étienne Lantier (Renaud Séchan), Toussanint Maheu (Gérard Depardieu), Maheude (Miou-Miou), Catherine (Judith Henry), Chaval (Jean-Roger Milo) y  “Buenamuerte” (Jean Carmet).

Una película que no te deja indiferente.  Está claro que no puedes volcar más de 500 páginas de la novela en dos horas y media de película, pero Berri  supo  coger el fundamento del libro. Es un magnífico retrato de las infrahumanas condiciones de vida de los obreros. La vivienda era reducida y toda la familia se baña en el mismo barreño y con la misma agua.  Sólo había dos habitaciones y la intimidad es un lujo que no existe. En varias secuencias de la película Berri nos muestra el contraste entre la burguesía y el obrero, quienes viven uno junto al otro, pero que no participan en nada. Los niños y las mujeres también trabajan en la mina arrastrando las vagonetas. A pesar de eso la economía familiar era muy limitada, teniendo que pedir fiado o recurrir a la caridad
De los actores, cabe indicar que Gérad Depardieu está pletórico y que lo consagró definitivamente. No conocía la faceta de actor del cantante pop Renaud (Étienne) y realmente me ha gustado. Y ¿qué decir de la actriz  Moiu-Miou? Pues que pasa por una gran variedad de registros (esposa, madre, ama de casa y obrera en la mina).


Tanto la novela como la película resultan bastante crudas, pero supone una formidable crítica social a la vez que un retrato de su tiempo. Si bien presenta algunos elementos que impiden que su lectura sea más fluida, como por ejemplo el exceso de personajes secundarios, la novela desenvuelve, combinando brillantez literaria y crudeza naturalista, el episodio cierto de una huelga minera en el norte de Francia, y se convierte en todo un clásico de la historia de la literatura que conviene leer. Eso sí: su naturalismo nos conduce por un drama donde no importa tanto el individuo cuanto la masa cegada por el hambre, la injusticia y la manipulación. En Zola los personajes secundarios son prolijos pero permiten entender mejor a los protagonistas en mucha situaciones al contextualizarlos. La adaptación de la novela es, pues, muy fiel y notable, e invito a revisitar la historia de Zola que Berri nos acerca de una manera magistral. Una novela a tener en cuenta en los tiempos que corren…



    Águeda Conesa 

 

RECOMENDACIÓN 18: SOMBRERO DE COPA.

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BOTAS DE AM'OR,

BODAS CON CLAQUÉ 


            Soy Jerry Ciempiés, todos me conocéis: soy el rey del tap, no necesito pareja. Tap, tap, taponeo. El mundo es un hotel y un escenario. Temo por si, el día en que me casara, una esposa y una suegra –dos por una, ¡buena oferta!– me trataran como un dios. Para mi suegra, lo sospecho, yo sería Dios, sí: sabría que existo, ¡pero no podría ni verme! Soy Jerry Ciempiés. Tap, tap, taponeo.



            (Dos semanas después. Gran sala de hotel, con lámpara de araña, iluminación divina, sin sombras, paredes que son espejos, dos ciempiés unen sus zarpas con sendos anillos de oro. Tap, tap, taponean).[1]





Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera enarbolar su amor por el cielo

como un arma, 

sabrían que yo era aquel que, un día,

alcance dio a la caza,

                                   y, desde entonces, vive con el amor y un deseo que le abrasan. 

                                   (Tap, tap, taponeo).






Soy Jerry el Ciempiés, con cien botines de piel.



No conozco libertad

sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia elitista,

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y mi espíritu flotan en su cuerpo y en su espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente,

con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero. 

(Tap, tap, taponeo).






Y no es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,

de urgencia mía de mi piel de ti,

de mi alma de ti y de mi boca

y del insoportable que yo soy sin ti.



Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo

tu carne palmo a palmo, cerco de llamas el seso,

te devoro a miradas y a caricias.

Y es que ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo serán estorbo.



(Tap, tap, taponeo).



El abrazo será preludio del beso

y yo... y yo soy un cordero que claquetea.






Ojos garzos tiene la novia:

ved, ya sale de la boda.



Son tan bellos y tan vivos

que a todos tienen cautivos;

mas muéstralos tan esquivos

que roban la alegría toda.



Roban el placer y la gloria,

los sentidos y la memoria;

cantan todos la victoria

de esta ceremonia hermosa.



(Hemos cambiado el “amén, amén”

por el... –Tap, tap, taponeo–  

por el “amor, amor”).



Sin música



Transido,

oigo flotando en olas de armonías

rumor de besos y batir de alas;

mis párpados se cierran... ¿Qué sucede?

¡Es el amor que pasa!



Libre. Libre te quiero,

como arroyo que brinca

de peña en peña.



Grande te quiero,

como mente preñada

de primavera.



Blanca te quiero,

como flor de azahares

sobre la tierra.



Lidiaría a la libertad, para que fueses mía.



(Tap, tap, taponeo).








Podría escribir los versos más felices este día.



Escribir, por ejemplo: “El hotel está iluminado,

cuelgan fúlgidas arañas,

y gorjean vítores refulgentes ruiseñores, a lo lejos”.



El viento marino canta y baila en el cielo.



Podría escribir los versos más felices, con felicidad desmedida, este día.



(Tap, tap, taponeo).






(La voz de la novia resuena sin demora)



–Claquetéame ahora que aún es temprano

y que llevo dalias nuevas en la mano.

–Ahora, que tengo la carne olorosa

y los ojos limpios y la piel de rosa.

–Ahora, que calza mi planta ligera

la sandalia claquetera de la primavera.

–Ahora, que en mis labios repica la risa

como una tapa sacudida aprisa.



–Después... ¡Ah, yo sé... 

yo sé que, después, también te tendré!



–Hoy, y mañana, ámame, Ciempiés:

¿no ves que la enredadera que soy

bailará a tus pies?







(Él acepta)



–Ámame tú también ahora que tengo en los ojos

la suave llama de la tarde

y la gracia de la sonrisa

y la leve frescura del otoño.

–Ámame ahora que tengo en los labios

el fuego deslumbrante del Mediodía,

la serenidad del cielo en las mejillas.

–Ámame ahora que corre por mis hombros

el torrente divino del deseo.

–Ahora y no luego, ahora y no mañana,

ahora que besa mi alma todo tu cuerpo

y toda tu alma.

–Bésame ahora que es otoño a vista de primavera

ahora que todo es hermoso y feliz,

ahora y no mañana, ahora y no luego.



–¡Ámame!:

no nos separarán huracanes de verano o invierno.



–¡Ámame! Ámame... ahora y luego.



(Tap, tap, taponeo).



Sin música (Pausa)



(Ella nos convida con alegría y complicidad)



Esta mañana, amigos,

todos

veinte años tenemos:

todo nos mira alegre,

                        y yo voy de vuelo,

entre tanto azul  

y tanto beso.

Esta mañana, amigos, todos veinte años tenemos.



Compartidlos con nosotros.



Sin música



(Él se despide)



Es dulce ser amado,

amigos;

pero amar,

oh dioses,

qué ventura.



(Tap, tap, taponeo. Tap, tap, taponean).



De inmediato, telón de música: Cheek to cheek, de IrvingBerlin



(Los invitados se levantan, jalean el tap, tap, taponeo, y tap, tap, taponean. No hay más vida más allá de tap, tap, taponeo. Soy Jerry, el Ciempiés. Tap, tap, taponeo).







[1]Miscelánea de poesía versionada (Cernuda, Juan de la Cruz, Jaime Sabines, Juan del Encina, G. A. Bécquer, A. García Calvo, P. Neruda, Juana de Ibarbourou, Ricardo Molina, R. Alberti, Goethe) para Jerry Travers y Dale Tremont en el día de su boda civil.

 

Academia Internacional de Ciencias, 
Tecnología, Educación y Humanidades (AICTEH)

 *Texto e ilustración extraídos de

RECOMENDACIÓN 19: LA MEDEA DE LARS VON TRIER.

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Traemos a esta sección una película que ya tiene algunos años, pero que merece ser rescatada porque se distingue significativamente de las demás. No se podría esperar otra cosa viniendo del polémico Lars Von Trier.

Medea se realizó en el año 1988, fue filmada en vídeo y una vez se terminó el montaje, el realizador danés grabó en celuloide el resultado proyectado en vídeo de un monitor de televisión. Esa copia en celuloide fue la que se proyectó en salas y, de hecho, él hizo una segunda grabación, en vídeo esta vez, de lo proyectado en una sala de cine. Otro de los intentos del director danés de experimentar y deformar el cine. El guión de la película es de Carl Theodor Dreyer, que murió sin poder rodarla.

Está entre las primeras películas de Lars Von Trier, donde todavía no ha dado rienda suelta a su parte más polémica. Todavía quedarán unos años para poder ver aquellas películas que lo llevaron a la fama y por las que ha sido alabado y menospreciado a partes iguales: Los idiotas, Bailando en la oscuridad, Dogville…

Medea es un anticipo de las muchas películas de Von Trier que tendrán una protagonista femenina. Parece que aquí comienza la fijación por la mujer de un autor que nunca sabremos si es un sádico misógino o uno de los mayores feministas de la historia. Después de Medea tendremos películas como Rompiendo las olas, Dogvilleo Anticristo, donde las protagonistas son mujeres que sufren hasta límites insospechados: Nicole Kidman es violada y atada a una cadena con cascabel para advertir de su presencia; Emily Watson termina prostituyéndose por culpabilidad cristiana; Charlotte Gainsbourg sufre la culpabilidad hasta alcanzar la locura. Esta vertiente femenina del cine de Lars necesitaría un estudio aparte que no vamos a abordar aquí.

La historia de Medea encaja perfectamente con las que hemos descrito arriba; Medea, hija de Eetes, rey de la Cólquide, se enamora de Jasón, que llega a la Cólquide para conseguir el vellocino de oro. Medea deja su hogar y ayuda a Jasón a conseguir el vellocino y huir de su padre, traicionando a su familia por amor. Viaja con Jasón hasta Corinto, donde el rey Creonte le ofrece a Jasón que se case con su hija Glauca y abandona a Medea, que va a ser expulsada de la ciudad. En este momento arranca la trama y la venganza de Medea...

Medea y Jasón

Cuando hablo de Lar Von Trier pienso en un  testimonio en el que él mismo comentaba que una de sus primeras películas consistió en un intento de aunar todos los recursos cinematográficos en un solo film. Desde entonces siempre he visto las obras de Lars Von Trier como un continuo ejercicio de retórica cinematográfica, una constante experimentación con el cine. En todas sus películas podemos ver el experimento, pero donde más se explicita es en Cinco condiciones. La Medea de Von Trier no es una excepción: el hecho de que provenga de la grabación de la película en un monitor es una prueba, pero además de la experimentación podemos ver que Von Trier se muestra deudor de los que seguramente han sido sus maestros. El primer referente que nos viene a la cabeza es Pasolini, director de una magnifica Medea, protagonizada por María Callas, pero también se puede ver la sombra de Bergman o Tarkovsky.
            En la película destaca la belleza de las imágenes. Para ser una adaptación de la obra de teatro de Eurípides, el diálogo queda muchas veces en un segundo plano frente al protagonismo de la imagen. Uno de los mejores momentos es la visión del caballo moribundo corriendo en la orilla de la playa en un paralelismo con la muerte de Glauca.
             


Es una adaptación única de la obra de teatro donde se reivindica el formato cinematográfico sin perder la esencia y el respeto por la obra de Eurípides. Recomendable para aquellos amantes del mundo clásico que quieran ver un acercamiento arriesgado a Eurípides, así como para los fans de Lars Von Trier que quieran conocer sus inicios. Me despido con un fragmento de una de las reflexiones de Medea: 




Samuel Jara


RECOMENDACIÓN 20: EL DESENCANTO.

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Catorce años después de la muerte de Leopoldo Panero, Jaime Chávarri graba esta película documental sobre la familia Panero-Blanc. Corría el año 1976 y se estrena "El Desencanto".


Cuando me hablaron de la película pensaba que sería un documental encorsetado y alejado de la realidad, pero al verla me di cuenta de que no es del todo un documental, que va más allá: un testimonio duro desde dentro. Una familia completamente fragmentada (o que empezaba a estarlo). 



Juan Luis y Michi con Felicidad Blanc.
La secuencia inicial está cargada de significación: Felicidad Blanc sentada en el acto de inauguración de una estatua dedicada a Leopoldo Panero en Astorga. Está sola y transmite una imagen digna de una matrona romana. La mirada perdida pero sosegada a la vez. Felicidad sola y estoica muestra el desencanto de aquella época, así como lo que proseguiría a estos años. Pasará un buen rato hasta que sus hijos se sienten junto a ella sin apenas mirarla. 



Felicidad con sus tres hijos.
No podremos ver a la familia al completo hasta bien avanzado el largometraje.  Comienza hablando Felicidad, luego tenemos una escena con Michi y José Luis. Más tarde, aparece José Luis hablando solo sobre Borges, García Lorca y Scot Fitzgerald, y cuando por fin aparecen todos juntos, lo único que hacen es reprocharse mutuamente cosas del pasado. Somos testigos desde el inicio del desencanto que ha dejado Leopoldo Panero tras de sí. No está vivo, sin embargo está presente todo el tiempo. A pesar de todo, también hay hueco para las anécdotas infantiles y travesuras de Leopoldo María, que añaden cierta dulzura al film.



Continuando con el símil que Noelia Illán establece en sus palabras sobre Lúcidos bordes de abismo, de la misma manera que hay un paralelismo entre Luis Antonio de Villena y el biógrafo Suetonio, hay otro paralelismo con la familia Julio-Claudia y la familia Panero-Blanc, castigadas ambas por algún tipo de maldición a la sombra de sus ascendentes y acabando con ese “fin de la raza” que menciona Michi:



“Todo lo que yo sé del pasado, futuro y presente 
de la familia Panero es que es la sordidez más mema 
que he visto en mi vida […] 
Somos el fin de una raza.” 



Si bien es verdad que al principio el discurso se centra en el difunto Leopoldo Panero, poco a poco los hijos de Leopoldo y Felicidad toman un mayor protagonismo. La película es una obra en la que los personajes se interpretan a sí mismos y de algún modo terminan sobrepasando al padre y marido (“el conejo blanco”, como lo llaman los hijos). 


Leopoldo María, Felicidad y Michi en un fotograma de El Desecanto.


Entre las situaciones que más destacan están las duras palabras de Leopoldo María Panero, nuestro homenajeado de la semana en La Galla Ciencia, contra su madre por ingresarlo en el psiquiátrico y de alguna manera la hace culpable de sus tragedias personales. Es manifiesto el odio que Leopoldo María tenía contra su madre, odio que no era incompatible con el amor, como también se ha dicho muchas veces (recordemos el poema “Ma Mére”, de Leopoldo María, dedicado a su “desoladora madre”). 


Juan Luis, discutiendo con Michi.

Una película dura pero real, imprescindible para acercarnos a esta familia que todavía genera interés y fascinación. La muestra gráfica del inicio del fin: el colapso de los Panero contado de primera mano por sus protagonistas, una mezcla entre el teatro más auténtico y la biografía. La historia de unos personajes que eran ellos mismos. 








Samuel Jara




RECOMENDACIÓN 21: RETORNO A BRIDESHEAD.

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REVISITANDO BRIDESHEAD I

"RETORNO A BRIDESHEAD" Y LA ESPAÑA DE 1983







   Cuando escucho los primeros compases de la banda sonora de Retorno a Brideshead siento una punzada en el corazón y mi pulso se acelera, mi sistema nervioso comienza a liberar endorfinas a través del torrente sanguíneo y me invade una variedad de sentimientos y emociones agridulces entre los que reconozco la nostalgia y la fascinación. Sé que voy a encontrarme con viejos amigos, sé que me esperan las peripecias de Charles y Sebastian por los colleges de Oxford, que voy a volver al hechizante Brideshead en verano y a un palacete en Venecia junto al Gran Canal donde el sol ilumina con magnificencia los frescos de la escuela de Tintoretto; que voy a ser una vez más testigo del reencuentro de Charles y Julia, huérfanos de la tormenta, en un barco dando bandazos en medio del océano como sus corazones tan frágiles. Que voy a encontrarme, en un  hermoso ejercicio de arqueología personal, conmigo mismo en 1983, con  aquel muchacho alto y desgarbado de pelo largo, a pocos meses de incorporarse al servicio militar. Vuelven a mí, en confusa y promiscua mezcolanza mis primeras lecturas de Dostoievski, Scott Fitzgerald, Borges, Kavafis, Cernuda, Hölderlin, Yourcenar, Salinger... autores que me han acompañado desde entonces. 

           
Superada la cincuentena, alcanzo a comprender que mi manera de ser y de estar en el mundo y mi ideario estético no serían los mismos sin que, con diecinueve años, viera a retazos la primera emisión de esta serie.  Luego, evidentemente, he tenido oportunidad de leer la novela de Evelyn Waugh y de ver en muchas ocasiones la serie entera o capítulos sueltos. Pero en mi caso primero fue la serie y luego la novela.[1]

                 Han pasado más de treinta años y España ha cambiado mucho desde entonces. Estamos en 1983, el año posterior a la celebración del Mundial de Futbol, en el que habían entrado de forma masiva en los hogares españoles los televisores en color con mando a distancia. La Movida, el arrebato de una España en construcción al decir de Loquillo, se encuentra en plena efervescencia. La creatividad en todos los campos: música, arquitectura, pintura, diseño, literatura, cine, moda...  influye decisivamente en los códigos morales, las pautas de conducta y las costumbres.  Lo que comenzó llamándose epidemia de neumonía atípica y luego "síndrome tóxico"  o "enfermedad de la colza" se saldaba, a finales del año 82, con 336 muertos y miles de afectados. Felipe González forma gobierno tras haber ganado el PSOE  las elecciones generales en octubre del 82. El triunfo electoral de un partido de izquierdas marca, según los analistas, el fin de la etapa conocida como  "transición española".  Una de las primeras decisiones fue la expropiación de Rumasa y el comienzo del proceso legislativo  para despenalizar el aborto. ETA secuestra al empresario  Diego Prado y Colón de Carvajal. En Cataluña se consigue por primera vez en España una fecundación in vitro.  Severiano Ballesteros gana el trofeo de Augusta. En los USA, Ronald Reagan pone en marcha un plan de defensa estratégico contra un eventual  ataque nuclear de la URSS que se conoció como "la guerra de la galaxias". El Pioneer 10 se convierte en el primer objeto de fabricación humana que abandona el sistema solar. Ese año el Premio Nobel de Literatura lo gana el autor de El señor de las moscas, William Goldwin y el de la Paz, el líder sindical polaco Lech Wallesa. El Príncipe de Asturias es concedido al mexicano Juan Rulfo y el Cervantes a Rafael Alberti. Remedios Amaya irá al Festival de Eurovisión, volviendo con cero puntos.  Un grupo de punk-rock femenino, Las Vulpes, interpreta su canción Me gusta ser una zorra en el programa Caja de Ritmos, de Carlos Tena. El escándalo acaba en los juzgados por una querella interpuesta por la Fiscalía y el cierre del programa. 


Ese año comienza también a emitirse La edad de oro, programa de culto dirigido por la periodista Paloma Chamorro[2]que contenía entrevistas,  reportajes y actuaciones de grupos nacionales y extranjeros. En TV triunfan las series  Anillos de oro, MASH, Galactica y Fama y la producción propia Si yo fuera presidente dirigida por Fernando García Tola donde se dan a conocer Joaquin Sabina y Javier Krahe. En lo musical, David Bowie triunfa con Let´s Dance, Culture Club con Karma Chameleon, Bob Dyan con Infidels, Serrat con Cada loco con su tema y Alaska y Dinarama con el album Canciones Profanas. Se estrenan La fuerza del cariño, El regreso del Jedi, El sentido de la vida, El sur, El pico y Zelig. Mueren el pintor Joan Miró, el dramaturgo norteamericano Tenessee Williams,  el dibujante belga Hergé[3],  el cineasta Luis Buñuel,  el escritor José Bergamín y los cantantes Chabuca Granda, Jesús de la Rosa (Triana) y Eduardo Benavente (Parálisis Permanente). El año termina con el accidente aéreo en Barajas en el que mueren 183 personas, el secuestro Segundo Marei con el que comienzan las actividades del GAL y el incendio en la discoteca Alcalá 20.

            Y el martes 18 de enero de ese convulso año de 1983, a las nueve menos cuarto de la noche comenzaba en la Segunda Cadena una nueva serie de la productora británica Granada TV, Retorno a Brideshead.  La serie constó de 11 episodios  que se emitieron desde ese día hasta el 29 de marzo[4]. El episodio inicial y el último tenían una duración superior (1 hora y 40 minutos) y los demás duraban algo menos de una hora. La serie era una adaptación de la novela homónima del escritor católico Evelyn Waugh,  y resalto lo de católico porque esta circunstancia es una de las claves que fundamentan su obra, como pasa también con otros escritores británicos coetáneos como Chesterton, Graham Greene o Tolkien.  Los directores fueron Charles Sturridge y Michel Lindsay-Hogg y el reparto iba desde las jóvenes promesas  Jeremy Irons,  Anthony Andrews, Diana Quick o  Nickolas Grace[5]a unos veteranos John Gielgud o Laurence Olivier. 

            Una de las marcas de identidad de la serie, y que funciona a modo de magdalena proustiana, fue la acertada banda sonora compuesta por Geoffrey Burgon. Sobre todo los vientos en el conocido "Brideshead Theme" que sonaba en la elegante cabecera, en la que sobre un fondo negro aparecía el reparto y el título de episodio. Una voz en off que luego sabremos que pertenece al personaje de Charles Ryder  acaba enunciando  el título de la serie y el del capítulo correspondiente[6].



            En su primera emisión, y pese a contar con un presupuesto millonario para la época, estar rodada en formato de película, poseer una factura impecable y venir avalada por la crítica internacional, la serie pasó casi desapercibida. Afortunadamente,  quizás por los Premios que recibió[7], TVE volvió a reponerla en el otoño del año siguiente, esta vez en la Primera Cadena, los viernes y en horario prime time

            Posiblemente los capítulos que más veces he visionado sean los dos primeros, donde Charles Ryder rememora aquellos días de juventud impregnados de un resplandor mágico y rosado. Los tenía grabados en una cinta casera de VHS.  Los veía muy a menudo hasta que la deteriorada cinta acabó por romperse una tarde de Nochevieja de principios de los noventa. La imagen moviéndose arriba y abajo, el ruido de la cinta al engancharse en los cabezales del reproductor y el salto que pegué desde el sillón para pulsar el botón "Eject"  fueron todo uno, pero la cinta no pudo salvarse.  Durante años me tuve que conformar sólo con la novela y la impronta de aquellas imágenes. Hoy la situación es bien diferente. La serie cuenta con varias ediciones en DVD y en formato Blu-Ray. Incluso es posible visionarla por capítulos en Youtube, en versión original y también doblada en castellano, con una calidad de imagen que supera en mucho a la del televisor de la época o a la de aquella vieja cinta de video. 

            Esta quiero que sea  la introducción a una serie de artículos en los que hablar de Retorno a Brideshead a través de la doble vertiente literaria y fílmica; y donde también tengan cabida las reflexiones personales que ello me suscite. Hace años escribí un poema con el título "Et in Arcadia ego"[8]que comenzaba diciendo: "A menudo hablamos de Charles y Sebastian...".  La utilización del plural no es baladí, hace referencia a un compañero de viaje durante los últimos 30 años, mi querido amigo Jesús Zomeño, con quien tanto quiero. Casi invariablemente, cuando nos vemos, surge algún tema relacionado con "Brideshead" y tirando del hilo, frente a sendas copas de vino y algo para picar, volvemos a rememorar el pasado o a comentar los entresijos de la serie. No en vano, Retorno a Bridesheadforma parte de nuestra biografía y es un microcosmos, una historia poliédrica que se enriquece ante cualquier nueva lectura. Ha sido siempre una referencia constante; cualquier escena, cualquier mínimo detalle como la posición de la mano de Charles en la balaustrada al subir unas escaleras, objeto de comentario.  

            Al principio decía que, sin Retorno a Brideshead mi vida hubiera sido distinta. También puedo decir, sin temor a equivocarme, que sin Jesús nada hubiera sido igual. Así que a él va dedicada este serie de artículos a la que he dado en llamar, en entonado juego metaliterario, "Revisitando Brideshead".




Juan Lozano Felices




[1] Tengo ante mí la primera edición en la colección Andanzas, de Tusquets,  y es de 1987. Anteriormente, sólo me consta una edición en la desaparecida Argos Vergara, de 1982. La serie aún no había sido emitida en España.
[2] Como dato significativo, Paloma Chamorro fue procesada por ofensas contra la religión comoconsecuencia de la querella presentada por el abogado burgalés Juan Riu Izquierdo, por el programa de La edad de oro emitido el 16 de octubre de 1984 en el que aparecía un crucifijo rematado por la cabeza de un cerdo. La resolución declaraba a TVE responsable civil subsidiaria. Posteriormente la periodista sería absuelta por la Audiencia Provincial de Madrid.
[3] Creador de Tintín.
[4] En el Reino Unido, la emisión de la serie tuvo lugar entre el 12 de octubre y el  22 de diciembre de 1981.
[5] Lorca en la serie de Juan Antonio Bardem.
[6] Otra cabecera inolvidable era la de la serie de la BBC "Yo, Claudio", con el sinuoso avance de la serpiente sobre un mosaico, con la música de Wilfred Josephs de fondo.
[7] Dos Globos de Oro en 1982 a la mejor serie de televisión y al mejor actor (Andrews) , además de siete Premios BAFTA y un EMMY a Olivier como mejor actor secundario.
[8] El poema lo incorporé a mi libro "Soliloquio del auriga" (Ed. Falsirena, 2013, Ávila). 




RECOMENDACIÓN 22: EL PIANISTA DEL GUETO DE VARSOVIA

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EL PIANISTA







El pianista del Gueto de Varsoviaes un libro de las vivencias, durante la ocupación nazi en Polonia, de Wladyslaw Szpilman, pianista y compositor polaco de origen judío (1911-2000). Sus relatos nos cuentan cómo logró sobrevivir  a la destrucción de la comunidad judía de Polonia. Nos relata cómo vivió en primera persona las deportaciones de los judíos a los campos de exterminio, la destrucción del gueto de Varsovia… Todo lo que vivió y sufrió durante la Segunda Guerra Mundial. Nos habla hasta qué extremos los humanos somos capaces de degradar a las personas tanto por la infamia de los verdugos como por los padecimientos  y torturas a las que eran sometidos sus víctimas.



En ésta ocasión poco voy a escribir del libro: hay que leerlo -aunque nunca se entenderá toda esa barbarie-. El músico escribió sus vivencias nada más acabar el conflicto bélico. Lo haría con melancolía, pues fue desmenuzando sus experiencias personales y el ambiente de horror que sufrió la población polaca. 


Szpilman, a pesar de todo esto, no juzgó a nadie pues nada se ha leído sobre ello. El libro incluye en su parte final algunos extractos del diario personal del capitán Hosenfeld. La obra finaliza con un epílogo del poeta alemán Wolf Bierman. El libro fue publicado en polaco en 1945, con el título “Muerte de una ciudad” y fue muy censurado por la autoridades comunistas de la época. Muchos años más tarde, sería su hijo Andrzej quien volvería a publicarlo (1998).



Respecto a la película, la considero una obra magistral. La dirige el polaco Roman Polansky,  y sus entresijos hay que desmenuzarlos un poco más.






Para quien haya visto la película, recordará que al inicio de la misma observamos imágenes en blanco y negro de aquella época y que nos van metiendo en ella. El pianista está tocando en directo un Nocturno de Frederic Chopin, en la emisora de radio polaca en donde trabaja. De repente, empieza un bombardeo que  hace indicar que Hitler está atacando Polonia. Todos van huyendo de la emisora, pero él sigue tocando el piano, hasta que una explosión le hace caer herido.



Así comienza la odisea trágica de Szpilman (Adrian Brody)  quien, separado de su familia y en solitario, es testigo de la ocupación nazi. Malvive en el gueto hasta que, por mediación de amigos pertenecientes a la Resistencia, logra escaparse y se va escondiendo en distintos lugares ruinosos. No tiene comida y  ni casi agua. Para no volverse loco, al observar cómo su ciudad va siendo arrasada, no dejando piedra sobre piedra, toca el piano con los dedos en el aire.



A punto de finalizar la contienda se refugia en el desván de una casa que se estaba acondicionando para convertirla en un cuartel general para los nazis. En una de las habitaciones hay un viejo piano y el capitán Wilm Hosenfeld (Thomas Kretschmann) descubre a Szpilman y le obliga a demostrar que es pianista. Con las manos entumecidas por el frío y el hambre, logró tocarle un Nocturno en Do Sostenido de Chopin.  

Éste alemán, durante un mes,  le ayudó a mejorar su escondite y le fue llevando comida envuelta en hojas de periódicos para que estuviera al día con los acontecimientos bélicos.  El Ejército Rojo entra en lo que queda de la ciudad. Tras acabar la guerra, Szpilman regresa a los estudios de la radio y vuelve a interpretar la pieza musical de Chopin que no finalizó al inicio de la contienda.



Para Polansky dirigir esta película no fue tarea fácil si tenemos en cuenta  la gran variedad y cantidad de obras cinematográficas en las que se ha tratado el holocausto. Personalmente, pienso que la aportación de Roman es muy inestimable, ya que ayudó con sus propios recuerdos, pues hay que acordarse que él escapó del gueto de Cracovia con apenas siete años de edad. Vivió como un mendigo en la calle y logró escapar de los nazis al hacerse pasar por hijo católico de algunas familias de acogida.



Durante la Segunda Guerra Mundial perdió a su madre en Auschwitz, junto a otros familiares. Su padre, que estuvo confinado dos años en el campo  de concentración de Mauthausen-Gusen, sobrevivió al holocausto. Roman no habla de lo que vivió en la guerra, pero con la historia de Szpilman se acercó un poco a su pasado.

El director buscaba una historia para hacer una película y cuando leyó la vida de Szpilman decidió llevarla al cine. Se entrevistó con el superviviente pianista y éste le comentó que se sentía muy orgulloso de que su libro fuera llevado al cine por un compatriota de éxito. El músico no llegaría a ver el magnífico resultado, ya que murió antes de ser estrenada.



La película recibió muchos premios, de los cueles destacaría La Palma de Oro (Festival de Cannes 2002), tres premios Óscar (director, actor principal y al mejor guión adaptado), siete premios César del cine francés (película, director, actor principal, banda sonora, mejor fotografía, decorado y sonido), dos premios BAFTA (película y director), sin olvidar el Goya español a la mejor película europea en 2002.




Llegamos a Adrian Brody.Cuando el estadounidense se enteró de que Polansky lo había elegido para encarnar a Szpilman vio que podría ser la oportunidad de su vida. Se presentaron más de 1400 candidatos. El actor, antes de comenzar a rodar, estuvo más de dos meses a dieta rigurosa para perder peso. Adelgazó más de veinte kilos que le permitieron interpretar un retrato más realista de su personaje. Además, le proporcionaron un piano en su habitación y un teclado en el tráiler, en donde practicaba horas y horas. Él sabía algo de éste instrumento pero no conocía el piano clásico de Chopin.

También se aisló durante meses (se deshizo del coche, del apartamento, del móvil….) y su novia, dicen, le abandonó al no soportar ese modo de vida. Sin embargo, todos estos sacrificios se saldaron con el Óscar al mejor actor con tan sólo 29 años.



Y también tendríamos que destacar a Wilm  Hosenfeld: un patriota idealista.Este capitán católico y nazi fue hecho prisionero por el Ejército Rojo y estuvo internado en un campo de prisioneros soviético, muriendo en el mismo (1952). No sólo ayudó al pianista, pues escondió y rescató a polacos y judíos. Por lo que relata Szpilman, ambos hombres hablaron muy poco por miedo a ser descubiertos, de hecho el músico no sabía ni el nombre de su salvador.  Cuando el alemán fue detenido  intentó mandarle un mensaje por mediación de Leon Warm, otro judío a quien salvó en Varsovia. Szpilman no pudo dar con él. Las numerosas peticiones de clemencia nunca tuvieron respuesta por parte de Stalin. Hosenfeld tuvo un juicio sin abogados que le defendieran ni garantías jurídicas y al final fue sentenciado a 25 años de prisión, sin que le probaran ningún delito. Szpilamn diría de él que fue el único ser humano con uniforme alemán que conoció.






Es una película magistral, pero no hay que olvidar que antes fue una historia real. Un libro para leer y no olvidar jamás lo que los humanos somos capaces de hacer los unos contra los otros.




Águeda Conesa


RECOMENDACIÓN 24: REVISITANDO BRIDESHEAD II.

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REVISITANDO BRIDESHEAD II
LAS ADAPTACIONES DE RETORNO A BRIDESHEAD.
EL RODAJE DE LA SERIE. LOS ACTORES.


           
Hubo un tiempo en que decir "película o serie inglesa" era sinónimo de lo bien hecho, de un producto cuidado y pulido que rozaba casi lo perfecto.  Retornoa Brideshead de Granada TV venía avalada por series británicas anteriores como Arriba y abajo (1971-1975) o Yo, Claudio (1976) y terminó por demostrar que, al igual que en el cine, si se financiaba adecuadamente,  el medio televisivo podía ofrecer también obras de calidad que perdurasen en el tiempo. El cine inglés de los ochenta y primeros noventa contribuyó a consolidar ese marchamo de calidad irrefutable sacando rédito de la literatura inglesa contemporánea, con adaptaciones de dramas costumbristas situados en el periodo de entreguerras. Curiosamente es un director norteamericano, James Ivory, el que de forma natural asociamos a este tipo de cine, con tres películas basadas en novelas de E.M. Foster:  Una habitación con vistas (1985) Maurice(1987), Regreso a Howard´s End (1992) y una cuarta,  Lo que queda del día (1993) basada en una novela de Kazuo Ishiguro.  Dentro de esta nómina de cine inglés de la época estarían también dos adaptaciones más de novelas de E.M. Foster:  Pasaje a la India (1984) de David Lean, situada en la India colonial bajo dominio británico y  Donde los ángeles no se aventuran (1991) de Charles Sturridge que,  como Una habitación con vistas relata la estancia de un grupo de ingleses en La Toscana. Tampoco hay que  olvidar la oscarizada Carros de fuego (1981) de Hugh Hudson que narraba la historia de dos atletas británicos que participaron en los Juegos Olímpicos de 1924 en París. En la filmografía del director de Retorno a Brideshead,  Charles Sturridge, es de destacar Un puñado de polvo (1987), también basada en una novela  de Evelyn Waugh, la mencionada Donde los ángeles no se aventuran (1991), Un cuento de hadas (1997) con Peter O´Toole, y las miniseries Longitude (2000) con Jeromy Irons  y Shackelton (2002) donde Kenneth Branagh hace el papel del famoso explorador polar y donde aparecen dos actores que intervinieron en la serie Retorno a Brideshead: John Grillo (Mr. Samgrass) y Phoebe Nicholls (Cordelia).  Todas estas películas y series (con la excepción de Yo, Claudio) están impregnadas de una melancolía y de un sentido elegiaco por una Inglaterra que había quedado en el pasado. 
            Antes de esta serie, en vida de Evelyn Waugh, hubo un intento de llevar a la gran pantalla la historia narrada en su novela Retorno a Brideshead .  Se sabe que en el otoño de 1946, Waugh viajó a Hollywood para discutir una oferta de la Metro. El mundo decadente de la aristocracia y la alta sociedad inglesa de los años 20 que aparece retratado en la novela era potencialmente muy atractivo para el público americano. Pero Waugh sabía muy bien qué quería y sus ideas sobre una posible adaptación de la novela resultaron, al final, la antítesis de las que tenían "los  salvajes de California" como llamaba familiarmente al mundo de Hollywood. 

            Las negociaciones con los Estudios fueron sin duda complicadas. En un memorándum[1]que el escritor les mandó en febrero de 1947,  se contienen instrucciones muy detalladas sobre el tema principal de la novela: "la intervención de la gracia divina en un grupo de personas";  sobre las características arquitectónicas de la mansión de Brideshead, con detalles sobre dos elementos esenciales para Waugh como la capilla y la fuente; sobre  el carácter de los personajes y sobre escenas concretas como el reencuentro de Charles y Julia en el trasatlántico que les lleva desde Nueva York a Inglaterra. 



            Cuenta Waugh que después de llevarle en automóvil durante horas  visitando posibles localizaciones, sólo vio solares vacios, gasolineras y construcciones inclasificables más propias de un suburbio de El Cairo o Alejandría que de cualquier lugar de  Europa. Tampoco le convenció la idea que los productores tenían de Retorno a Brideshead como una hermosa historia de amor entre Charles y Julia. Waugh no queda convencido de poner en manos de la industria cinematográfica americana su novela más emblemática y rechaza la propuesta, volviéndose a Inglaterra.

            Al parecer, en 1951 hubo otro intento de llevar la novela a la gran pantalla con guión del escritor Graham Green, católico y amigo de Waugh, pero fracasa por falta de financiación económica.  No será hasta finales de la década de los setenta cuando la productora independiente Granada Televisión se interese por llevar la novela a la pequeña pantalla.  Para ello pondrían toda la carne en el asador, la serie contaría con un altísimo presupuesto y un plantel de actores de la escena teatral británica sin parangón hasta entonces. Se compraron los derechos en el otoño de 1977 y la serie comenzó a rodarse en enero de 1979, con producción de Derek Granger y Martin Thompson y  dirigida por Michael Lindsay-Hogg[2]. Quiere la leyenda que, en un primer momento el papel de Charles estuviera pensado para Anthony Andrews y el de Sebastian para Jeromy Irons, pero los dos jóvenes actores, que se conocían previamente al haber coincidido en el rodaje de la serie histórica The Pallisers(1974), se intercambiaron los papeles, encontrando así cada personaje su encarnación perfecta.  Andrew hace un perfecto Sebastian de carácter patricio, fascinante y magnético pero con la ambigüedad justa; y Jeromy Irons un Charles instruido y elegante, con los modales de un gentleman. Irons tiene entonces 33 años y cuando comienza el flashbacksu personaje no tiene más de 18, lo mismo sucede con Andrews[3], pero la diferencia de edad con sus respectivos personajes no se resiente más de lo necesario.

           

 El equipo se trasladó al archipiélago de Malta, donde se rodaron las escenas  de Sebastian en el norte de África y las de Charles en México y Sudamérica. Pero cuando volvieron a Inglaterra para comenzar a rodar en Oxford y en York, los sindicatos convocan una huelga que afectó al personal técnico de la ITV (Independent Television) y llegó a hacer peligrar la continuación del proyecto.  Hasta octubre no se reanuda el rodaje, perdiéndose todo el verano. Para entonces el director Michael Lindsay-Hogg tuvo que abandonar la dirección por tener otro proyecto firmado con anterioridad. Granada TV elige entonces a un hombre de la casa, Charles Sturridge, que tenía a la sazón 28 años,  deformación clásica y relativa experiencia como actor y director teatral[4].   




             A medida que avanzaba el rodaje se dieron cuenta de que la historia iba creciendo bajo su propio empuje y que los seis capítulos previstos se quedaban cortos para plasmar todo el potencial de la novela. Granada TV  hubo de aprobar un presupuesto para ampliar la serie.  Ahora serían siete episodios de dos horas de duración. También en ese momento se pensó en introducir la narración en off de Charles Ryder[5]. La extensión de la serie, planteó una serie de problemas que complicaron aún más el rodaje y que hubieron de resolverse de forma espontanea. Los contratos con los actores hubieron de renegociarse.  Debido a la apretada agenda de Laurence Olivier,  las escenas en las que éste aparecía (como padre de Sebastian) debían ser rodadas lo antes posible, no se podía prescindir de Olivier que era una de las bazas con que contaba la serie. El problema estribaba en que sus escenas no habían sido escritas todavía. El guión de que disponían, de John Mortimer, prácticamente era una transcripción de la novela de Waugh, con lo que Sturridge y el productor Dereck Granger, que era gran admirador de Waugh, se encerraron durante un fin de semana en un hotel y adaptaron el texto al medio televisivo con el tiempo suficiente para que Olivier pudiera estudiarlo[6]. Otro problema lo planteó Jeremy Irons que se había presentado al casting de La mujer del teniente francés y puso como condición para continuar con la prolongación del rodaje que si salía elegido para el papel protagonista, se ausentaría para rodar también la película de Karel Reisz junto a la actriz Meryl Streep. Irons fue seleccionado para el papel estelar y trabajó de forma simultánea en ambos proyectos, lo que también dificultó la marcha normal del rodaje ya que Charles está omnipresente en la historia. 

           
Completando el maravilloso reparto encontramos, encarnando al resto del clan de los Flyte, a  Diana Quick, con gran experiencia como actriz de series televisivas, como Julia; a  Phoebe Nicholls, que el año anterior había rodado El hombre elefante,  como Cordelia; y a un todoterreno Simon Jones como el primogénito Lord Brideshead. Para representar a los padres de los dos protagonistas, Lord Marchmain y Edward Ryder, contaron con dos de los mayores colosos de la escena británica de todos los tiempos: Laurence Olivier y John Gielgud[7]. Dos actrices de carácter: Claire Bloom y Stephane Audran interpretan los papeles de lady Marchmain (madre de Sebastian) y Cara, la amante de Lord Marchmain, con quién éste vive retirado en Venecia. 
            En los papeles secundarios tenemos a un extraordinario Nickolas Grace  encarnando al histriónico Anthony Blanche, a John Grillo como Mr. Samgrass, Jeremy Sinden como Boy Mulcaster y Charles Keating como Rex Mottram.

            Un par de pormenores, a modo de anécdota, dicen mucho del esmerado cuidado con los detalles de producción. Por ejemplo, Aloysius, el oso de peluche de Sebastian, era un ejemplar de época perteneciente al actor y coleccionista, Peter Bull[8]. Para la escena en que Charles acude a su primer encuentro con Sebastian y su círculo con el ritual de los huevos de chorlito, dado que este ave estaba protegido por ley y el consumo de sus huevos prohibido, los colaboradores de Dereck Granger estuvieron varios días buscando una solución. Al final se utilizaron huevos de gallina que una empresa especializada se encargó de pintar cuidadosamente, simulando su característico color moteado.

            Por fin, el rodaje finalizó en enero de 1981 con las escenas de los disturbios durante la huelga general de 1926. Durante la post-producción se decidió  que era mejor reestructurar la serie con dos episodios de casi dos horas, el inicial y el último, y nueve de poco menos de una hora.  El primer episodio se emitió el 12 de octubre de ese año por la ITV. Tras su estreno, Anthony Burgess escribió: "Creo que es la mejor serie de televisión de ficción que jamás se ha hecho. Es el libro. En cierto modo es mejor que el libro". En Canadá se emitió a partir del 19 de octubre y en Estados Unidos el 18 de enero de 1982. La acogida en este país también fue excelente. El Washington Post también dijo de ella que era la mejor serie vista hasta el momento en la televisión estadounidense. Se pusieron de moda los pantalones anchos de franela, las corbatas oxonienses, los vestidos de lino de tonos pastel y las réplicas del oso de peluche Aloysius, además de la alta cotización que alcanzaron los huevos de chorlito.  En España, como vimos en la entrega anterior,  la serie no llegaría hasta enero de 1983. 




            No podemos terminar este capítulo sin mencionar la película de 2008 con el mismo título de Retorno a Brideshead y dirigida por Julian Jarrold[9]. Sin ser una mala película, su principal hándicap desde el principio fue la constante comparación en el recuerdo, no con su referente literario sino con la serie de Granada TV con la que no tiene competencia posible. Por otra parte los actores, confrontados con los de la serie,  son como pálidos reflejos. Tenemos la sensación de que no están completos, que les faltan matices; no nos seducen ni llegan a emocionarnos en ningún momento.  Ni Mattehw Goode ni Ben Whishaw hacen que olvidemos, siquiera por un segundo, a Irons y Andrew.  La puesta en escena, a pesar de la coincidencia de algunas localizaciones, no trasmite.  La banda sonora de Adrian Johnston  tampoco es comparable a la de Geoffrey Burgon ni tiene el poder de evocación de ésta. Todo el entramado de temas queda simplificado, primero al pulso homoerótico y luego al triángulo amoroso Charles-Julia-Sebastian. A la película, en definitiva,  le falta luminosidad en la primera parte y en la segunda, Jarrold incide en el lado oscuro de los personajes, cuya felicidad se ve condicionada por sus creencias religiosas y el sentimiento de culpa. 

            En la próxima entrega continuaremos hablando del rodaje de la serie, esta vez centrándonos en los emplazamientos y en la banda sonora de Geoffrey Burgon. 






[1]http://www.theguardian.com/film/2004/may/22/classics.film#down
[2] Conocido por haber dirigido la película documental  sobre los Beatles, "Let it be" (1970), que refleja las tensiones y rivalidades en el último año antes de su disolución.
[3] Ambos actores habían nacido en 1948, Andrews en enero y Jeromy Irons en septiembre.
[4] Años después, un periodista le preguntó cómo alguien tan joven había logrado dirigir a actores tan experimentados como Laurence Olivier, John Gielgud y Claire Bloom. Sturridge contestó sin dudar lo más mínimo: "Los buenos actores son muy fáciles de dirigir".
[5] Al introducir la narración en off de Charles Ryder, la serie se acerca más al espíritu de la novela,  escrita en primera persona, y refuerza su carácter introspectivo. No olvidemos que el personaje principal hace un recorrido por su pasado revisando sus actos y estados de ánimo y, en particular,  su relación con cada uno de los miembros de la familia Marchmain.
[6] Para el resto del rodaje hasta el parón de Navidad,  la dinámica de trabajo fue la misma, cinco días para rodar y dos para escribir el guión. Durante las vacaciones pudieron terminar el guión completo. 
[7] Gielgud celebraba su 60 aniversario con el teatro británico, con más de 500 representaciones de Hamlet a sus espaldas.
[8] Peter Bull llegó a escribir un libro sobre los ositos de peluche.
[9] Realizador asimismo de La joven Jane Austen (2007)



RECOMENDACIÓN 23: DOCTOR ZHIVAGO.

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50 años del Doctor Zhivago de David Lean







                Este año se cumple el 50 aniversario del estreno de Doctor Zhivago. Al revisar una obra antigua, y muy especialmente aquellas que, en su momento, fueron plenamente exitosas, siempre se tiende a dirimir sobre la calidad de su envejecimiento. Y este criterio no habría de basarse en las modas, en lo trasnochado de algunas de sus expresiones, sino en lo consistente de su planteamiento, en la pervivencia de una esencialidad que pueda hacer frente al riesgo de anacronismo. Ya en 1.965, esta superproducción difería de otras películas más realistas, más sutiles, menos complacientes. Doctor Zhivago era -  y sigue siendo - una obra ambiciosa, que aspiraba a la grandiosidad; en eso, y en casi todo, es fiel a la novela. Ambas se desarrollan a partir de la afluencia de unas potentes historias elevadas a sus máximos significados, en un intento de unir la epopeya personal y la social, haciéndolas coincidir o confrontarse, en medio de unos sucesos tan trágicos y condicionantes como fueron los que acompañaron a la Revolución Rusa.

         
       La novela de Boris Pasternak tuvo una acogida muy diversa. Por una parte, se benefició de una ansiosa aceptación internacional, fundamentada en la clara oposición del mundo occidental al régimen soviético.Pero, fuera de los pronunciamientos adversos constreñidos por la motivación ideológica, también hubo opiniones literarias implacables, como la de Nabokov. Lo fácil, para algunos, era achacarle a Pasternak su impericia en ese género, del que era novel, al mismo tiempo que se le reconocía su contrastada valía como poeta. La obra fue prohibida en la URRS, hasta los tiempos de la glasnost de Gorbachov. Ahora, en Rusia, está incluida en los planes de estudios de Secundaria. A mí me parece que su calidad es irregular, pero que ofrece un mayoritario número de páginas excelentes y, sobre todo, un hermoso tono emotivo, un acierto a la hora de describir, con nitidez, la complejidad de su intrincada historia, que hace que su extensa lectura resulte cautivadora. David Lean trasladó esta última característica a su versión cinematográfica, cuyas más de tres horas de duración no resultan excesivas, tal vez por esa vertiginosa concentración de un periodo largo de años en el que se van sucediendo muchos virajes en la vida de los personajes, en su ubicación física o sentimental, en la influencia de su poderoso entorno.

          
      Uno de los mayores reproches que se le hace a la novela es el de que abusa de reencuentros inverosímiles entre los protagonistas. A mí, ese forzamiento no me parece censurable. Lo que me importa es la coherencia en el desarrollo interior de cada situación. Otra cosa es la verosimilitud en la evolución de los personajes, que sí considero imprescindible en una novela, aunque sepamos que pueda estar contradiciendo algún tipo de realidad. La historia que nos propone Doctor Zhivago se apoya en unos personajes muy bien trazados que representan actitudes claramente distintas, desestabilizadas por una situación general muy dura y apremiante. Yuri Zhivago es el hombre culto – médico y poeta –, el ciudadano correcto, cabal, de procedencia burguesa, pero con sensibilidad social; un hombre capaz de ver con simpatía, en sus comienzos, el suceso de la revolución, aunque más tarde se asustará de sus excesos y los padecerá sobradamente. Por otra parte, Zhivago se mueve en un complejo universo sentimental, en el que habita Lara, su amante, a la que conocerá después de haberse casado con Tonya, su hermana adoptiva, por una costumbre de gratitud y afectividad. Este amor fraternal se verá superado por el fuerte apasionamiento que Lara le descubre. Pero su actitud no es la del golfo, la del canalla, sino la de un hombre atrapado en unos conflictivos sentimientos amorosos, inesperadamente atraído por una mujer muy bella y muy sensata que le aportará un irrenunciable plus de emoción, de testaruda y contundente realidad, enfrentándolo a sus amadas lealtades.



                 
Pasternak siempre navegó entre dos aguas. Amparado por las simpatías que su poesía  despertaba en personajes tan poderosos como Lenin o Stalin, se permitió el lujo de omitir ostentosos parabienes al régimen soviético, aunque apenas se atreviese a criticarlo. Cuando se le concedió el Premio Nobel, se plegó a las exigencias del régimen para renunciar a recibirlo. Pero antes, durante años, había estado escribiendo una obra en la que - para mí, de forma inequívoca - censuraba el arrasamiento de las libertades que supuso una Revolución que había ido mucho más allá de su tan encomiable objetivo primero, que era el restablecimiento de una justicia social en la muy desigual sociedad zarista. Me río del extemporáneo lamento de Jruschev por no haber autorizado la novela cuando estaba en el poder. Hace poco lo vi en un documental sobre la larga gira que hizo por Estados Unidos, en 1.959, y su ridícula pose arrogante, propia de tantos dictadores de signos distintos – inspiradora de sátiras chaplinescas -, no hacía concebible que pudiese hacer el gesto de permitir la difusión de un reconocimiento de fracaso tan grande como el que se expresa en la novela.


Zhivago no deja de ser un alter ego de Pasternak. La condición de poeta que le confiere lo ayuda a denunciar la censura del arte no oficial por parte de un régimen devastadoramente  igualitario, incapaz de concebir el acto creativo genuino, individual, al que se considera como una infracción contra la sociedad abstracta y mediatizada que propugna; algo que también sufrió él en los años treinta y que lo decantó hacia una más inocua labor de traducción de los clásicos A través de su personaje, expresa su angustia de haberse visto arrollado por los acontecimientos: “es necesario preservarse a uno mismo frente al torrente de la locura”.

                 
Doctor Zhivago es una novela con vocación de popularidad. Salvo en algunos sesudos y esporádicos debates políticos insertados en la acción, su lectura resulta fácilmente asimilable. No era de extrañar que el británico David Lean, especialista en narrar, con muchos medios, grandes historias en kilométricos metrajes, se animase a dirigir esta historia. La imposibilidad de rodar en la URSS no lo arredró y así compuso unos verosímiles escenarios en sorprendentes lugares como Madrid o Soria. Lean le dio preponderancia a la historia de amor y los graves eventos sociales quedaron en un plano menos explicitado, a veces como una coreografía de los impulsos individuales. No priorizó el realismo, como se aprecia en los sedosos cabellos y el cutis cremoso de Julie Christie en las circunstancias más miserables. En la novela, a Zhivago se le describe como a un hombre más bien feo, aunque con un logrado bello rostro interior, mientras que Omar Sharif es un dechado de guapura. Pero David Lean demostró ser un maestro de la narración cinematográfica, saber llegar al gran público con concesiones solo superficiales. Para ello se sirvió de una escenificación enfática, en la que importaban mucho los paisajes. Exhibió unos personajes contundentes, lustrados de claridad, aun en sus zozobras o en sus abyecciones. La fotografía fue importantísima, hecha de sombras que resaltaban la luz ceñida a las vehementes expresiones de los protagonistas. La sentimentalidad se resolvía a veces con cierta candidez no exenta de íntima verdad. Los planos estaban sugerentemente encuadrados, se sucedían con fluidez, sin asomo de brusquedad, siempre haciendo avanzar con ritmo enérgico la historia. Los personajes significativos eran numerosos y Lean recogía, e incluso aumentaba, la fuerza que Pasternak les confirió. Además del trío compuesto por Zhivago, Lara y Tonya, estaba el malvado, asquerosamente listo, hábil manipulador, Komarovsky: o el marido de Lara, Antípov, luego reconvertido en el temible revolucionario Strélnikov. Uno de los mayores aciertos de Lean fue la recreación del personaje del hermanastro del doctor Zhivago, aquí también disperso narrador.Este policía bolchevique, interpretado elocuentemente por un circunspecto Alec Guinness, expresaba perfectamente la disyuntiva que le planteaba el afecto que sentía por su hermano, la compleja contradicción entre lo privado y lo social, el dilema entre el ejercicio de la autenticidad y la supervivencia.


  Para gozar plenamente de estas dos obras, es necesario activar ciertas dosis de indulgencia: para algunos desajustes y los escasos desfallecimientos de la novela; para el barniz maquillador, grandilocuente, de la película. Doctor Zhivago es una de las más grandes historias del siglo XX. Como dijera Vargas Llosa de la obra de Pasternak, a la que considera “uno de los nueve libros que hay que leer antes de morir”: “este es el tema central de la novela, el que reaparece, una y otra vez, como leitmotiv, a lo largo de su tumultuosa peripecia: la indefensión del individuo frente a la historia, su fragilidad e impotencia cuando se ve atrapado en el remolino del gran acontecimiento". David Lean, en su película, supo exponer buena parte de este mensaje, obtener del espectador emociones intensas. Zhivago intuye que podría haber vivido de manera distinta: “la época no tiene en cuenta lo que yo soy y me impone lo que ella quiere”. 



Pero, tal vez, lo que más le duela es que el alocado transcurrir del mundo lo haya alejado de Lara. En una calle de Moscú, desde un tranvía, cree verla andando, después de años de separación y de penurias. Se baja y corre hacia ese espejismo, pero su corazón ya no resiste esa ansia de vida, esa imperiosa nostalgia de un mundo imposible. Es su despedida de un tiempo abrumador y de una mujer que representaba para él la pasión, pero también la serena belleza, la libertad y la razón que le fueron escatimadas.

RECOMENDACIÓN 24: LAS AMISTADES PELIGROSAS.

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LAS AMISTADES PELIGROSAS



Hace poco, un alumno me preguntó que en qué época me gustaría haber vivido; o más bien que si tenía un personaje histórico que me hubiera gustado ser, no lo recuerdo exactamente. Él, claro, pensaba que le iba a decir algo solemne, algo como “yo querría haber nacido en la Roma de Augusto”, o “querría ser Horacio, o Livia, o incluso la madre de Alejandro Magno”. Pues no. Por probar… ¿por qué no el final del siglo XVIII, en Francia, en una familia burguesa, maquillada de polvo blanco y con el escote requeteapretado? 


“Sí -le dije-, yo querría ser la Marquesa de Merteuil.”



Las amistades peligrosas (Les Liaisons dangereuses) fue escrita por Pierre Choderlos de Laclos y publicada por primera vez en 1782. La novela se vertebra a lo largo de una serie de cartas entre los personajes, aunque la historia gira fundamentalmente en torno a los dos protagonistas: la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, dos personajes más que libertinos, aprovechados incluso, que juegan con todo aquello que tiene que ver con la seducción. Seducción entre ellos (porque ahí radica el juego: están deseando meterse en la cama) y seducción con terceras personas que a veces salen bastante mal paradas. Pero voy más allá: ya no es la meta de esa seducción lo que les invita a actuar a los protagonistas. No es tanto el placer de meterse en la cama, sino el jugar a cómo lo consiguen, qué retos se ponen, qué trabas sortearán uno y otro. Un juego de inteligencia magnífico, que conste, pese a la vileza a veces de sus protagonistas. Inteligencia, seducción, disimulo, juego. Eso define su carácter.

Pero hay una gran diferencia entre La Marquesa y el Vizconde: ella es mujer, viuda y marquesa. Y su disimulo (y su inteligencia, por tanto) será aún mayor. La originalidad de los personajes está más bien en ese arte de la persuasión más que en la coacción (como, por ejemplo, sucedía en las novelas de Sade). Es un relato de intriga, como afirmaba André Malraux en el prólogo. No sólo Laclos nos enseña al "héroe", al seductor, sino que expone sus trucos... El placer sexual en sí queda supeditado a la vanidad de esos personajes, a su inteligencia y a su hipocresía. La coacción o el poder que pueden tener dada su condición social no es viable: es la vanidad lo que les mueve.
Quizá lo que yo más destacaría de la novela (y de la película, perfectamente adaptada) sería esa importancia que Laclos da a la psicología, y no a otros factores como la acción, con un tono propio de los moralistas franceses, con una conversación creada a través de cartas lúcidas y perspicaces. Y ahí radica la originalidad de la novela.



Vayamos a la película. Las adaptaciones cinematográficas han sido varias: en 1959, la versión de Roger Vadim; en 1988, la de Stephen Frears; en 1989, aquella “Valmont”, de Miloš Forman; y finalmente esa más que discutible “Crueles intenciones”, de Roger Kumble. También, según he leído, alguna serie de televisión trató la novela (pero ahí no entro), y evidentemente en teatro la cosa también tuvo su repercusión: la versión del alemán Heiner Müller en 1987, la londinense de Chistopher Hampton o incluso la ópera de Conrad Susa de 1994, estrenada en San Francisco. Y también, claro, algún musical, como el de Marcelo Caballero y Steban Ghorghor, estrenado en Buenos Aires, en 2012. Pero vayamos a la película con la que me quedo sin lugar a dudas: la de Frears de 1988, que es la adaptación de la obra de teatro de Hampton (y no de la novela, directamente).



Recuerdo que mis padres no me dejaron ver la película: no la iba a entender, quizá demasiado sexo para que una niña lo viera, demasiado compleja… ¡A saber! Y era precisamente lo que yo más deseaba, como algo prohibido: ver esa película. Entonces, poco me importaba saber si era un libro o no, si había sido llevada al cine antes o si una ópera en San Francisco se estaba sucediendo en aquellos momentos. Yo quería ver esa película que tenía vetada sí o sí. Pasó el tiempo, y en casa de unos amigos de la familia, hallé la cinta. “¿La ponemos?”, le dije a la hija de aquellos amigos (¿Verónica?). Mis padres y los suyos, entre cafés, cigarros y conversación, ni se darían cuenta. Y entonces aquellas dos niñas de once/doce años pudieron ver aquello que estaba censurado: una historia de seducción, de vilezas, de sexo, de soberbia. Nunca me olvidaré de aquella sensación: la de estar ante algo prohibido.


Cuando dije que quería ser la Marquesa de Merteuil pensaba en Glenn Close. Y ahí está el vizconde, un magnífico John Malkovich que se convierte en el personaje más libertino y vil que podamos imaginar (aunque no tanto como la Marquesa, que lo supera en inteligencia, porque además éste al final acaba cayendo donde no quería…). Eso mismo que poco después pude ver en la novela no abandona a los protagonistas de la película: la soberbia, la codicia, la ambición, el juego.


El film estuvo nominado al Óscar a la mejor película, mejor actriz principal para la Close, de reparto para la Pfeiffer, mejor guión para Hampton, mejor vestuario y mejor dirección artística. No es para menos, aunque finalmente sólo ganó tres: mejor guión, mejor vestuario y mejor dirección artística. Una pena que Glenn no saliera vencedora, pero claro: ahí estaba Jodie Foster, que le arrebató la estatuilla. Y aunque crítica y público estaban de acuerdo en que la interpretación de John era una de las mejores adaptaciones de un personaje escrito previamente, tampoco se le nominó. 




Poco bombo y platillo, quizá, pero vean la película de nuevo: no tiene desperdicio el tratamiento de los personajes, no decepciona ni el ambiente ni las situaciones, nos trae constantemente la novela a la cabeza. Y eso no es fácil, sobre todo siendo una novela epistolar. Y esa Uma Thurman jovencísima seducida por el Vizconde… Y ese final, ¡sublime!, de aquella Marquesa que ya no dice nada: sólo se desmaquilla, lentamente, con la mirada fija, con la sensación de haber perdido en el juego.


Sí, yo querría ser la Marquesa de Merteuil. O al menos, un rato.





Noelia Illán Conesa

RECOMENDACIÓN 25: ANNA KARENINA

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ANNA KARENINA




El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; 
si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde.
Tolstói



El ruso Lev Nocoláievich  Tolstói(1828-1910) está considerado como uno de los grandes escritores del siglo XIX.  Si hay dos obras suyas que leer éstas son “Guerra y paz” y “Anna Karenina”, de la que vamos a hablar hoy. El novelista tardó varios años en darle forma a esta novela que, sin lugar a dudas, nunca pasará de moda. 

Y, aunque tenga más de mil páginas, no te cansas de leer, ya que te cautiva desde el primer momento.  Es una obra de la literatura universal, una historia de amor que sobrepasa cualquier barrera temporal y que refleja toda la problemática de la vieja Rusia. La obra de Tolstói tiene, ante todo, pasión y sentimiento y, como no podía ser de otra forma, un final trágico.
Tolstói era partidario de la no violencia y de la abolición de la propiedad, pero fue víctima de la contradicción entre su vida y sus convicciones morales. Intentó renunciar a todos sus bienes, pero se lo impidió la firme resistencia de su familia. La obra floreció en 1877 y es una novela en donde se describe, con gran realismo, la sociedad rusa de la época (la falta de valores de la aristocracia y su hipocresía).
Tolstói narra el triángulo amoroso  entre Anna, su marido y el conde Vronski; y por otro lado, tenemos a la pareja formada por Lyovin y Kitty. De la novela, que tiene muchos personajes e historias, me voy a centrar sólo en la historia de amor y adulterio que protagoniza Anna Karenina, una mujer que pertenece a la llamada alta sociedad rusa.  Está casada con Elekséi Karenin, un alto funcionario de San Petersburgo, al que no ama. El matrimonio tiene un hijo.
Sin embargo el mundo de Anna se viene abajo cuando conoce al conde Vronski, un joven militar amante de los caballos, y se convierte en su amante. La pasión entre ambos no tenía ni lugar ni tiempo, por lo que no pasó desapercibida ni para la sociedad ni para el marido.  
Anna se queda embarazada del amante y, tras un parto muy difícil, da a luz a una niña. Pero su estado de salud es grave y su marido piensa que va a morir, por lo que le perdona la infidelidad. Pero, tras su recuperación, olvida de nuevo al marido y vuelve a reanudar su aventura amorosa y pasional con el joven amante.
Después de una dura lucha interna, Anna abandona su casa, a su marido y a su primer hijo y se va a vivir con el amante una temporada a Italia. Tras regresar a Rusia empiezan las crisis neuróticas de Anna y los celos, pues cuando no estaba con ella se lo imaginaba con otras mujeres. 




El marido no quiere concederle el divorcio ni tampoco que vea a su hijo,  y el amante ha roto con ella por sus celos, por lo que desesperada y sin encontrar otra salida a su vida, se arroja a la vía del tren. El joven militar tras enterarse de la muerte de Anna se va a la guerra, mientras que el marido se hace cargo de la niña.

La novela de Tolstói se ha adaptado al cine en varias ocasiones y han sido grandes actrices quienes han encarnado el papel de Anna Karenina. Si bien Greta Garbo (1935), Vivien Leigh (1948), Jacqueline Bisset (1985) o Sophie Marceau (1997) realizaron un magnífico trabajo, yo me quedo con Keira Knightley (2012). Y no hace mucho también se estrenó una serie para televisión.


Esta última versión fue dirigida por el inglés Joe Wright, quien volvió a contar con Keira para el papel de Anna, con la que ya había trabajado: Joe ya la había dirigido en 2005 en la obra “Orgullo y prejuicio”, película que la consolidó como una gran actriz dramática, y después en “Expiación, más allá de la pasión” (2007).
La película, que se desarrolla en el escenario de un teatro para diferenciarla de otras versiones,  se rodó en Rusia y Reino Unido. En España se estrenó  en 2013. El guión fue adaptado por el prestigioso Tom Stoppard (Brazil, La Casa Rusia, el Imperio del sol…). En Anna Karenina actúan juntos por vez primera Jude Law (Alexis Alexámdrovich Karenin, marido de Anna) y  Keira Knightley, ambos ingleses.   

Para interpretar al conde Vronsky se pensó en un primer momento en Robert Pattinson (Crepúsculo), sin embargo sería Aarón Taylor-Johnson quien interpretaría al amante de Anna.  Para mí, no había química entre ellos, pero para gustos los colores…
Entre otros actores que intervienen están Domhnall Gleeson (Levin), Alicia Vikander (Kitty), Matthew Macfadyen (Stiva) y Kelly Macdonald (Dolly).



















No hay que olvidar tampoco el maravilloso trabajo de vestuario de la diseñadora  británica Jacqueline Durran (colaboradora habitual del director Joe Wright), quien se llevó el Óscar en 2012. Rescató de una forma fidedigna la suntuosidad  de la alta sociedad de San Petersburgo. Ya había sido nominada con anterioridad por dos películas: “Orgullo y prejuicio” y “Expiación”.

Es, en definitiva, una de esas novelas que deben volverse a leer para comprender mejor esa pasión amorosa "atemporal", esa exaltación de los sentimientos de forma incontrolable que llevan incluso a la muerte, planteándonos si es cierto -como decía Ortega y Gasset- de que el enamoramiento es un estado de miseria mental que nos paraliza. A mi entender, la película de 2012 refleja perfectamente lo que Tolstói nos quiso contar: la mujer contra el mundo que le toca vivir, apasionada, movida por eso que llaman amor, y que la llevará a la tragedia total de ella y los que le rodean, todo en un ejercicio de difinición psicológica donde tienen cabida la culpa, la redención y la búsqueda del bien.
 


Águeda Conesa



RECOMENDACIÓN 26: TELEMUJERES

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Los protagonistas de "Culpable de este amor".


Poco podía sospechar Borges que uno de sus versos "No nos une el amor, sino el espanto" fuese a pronunciarlo un personaje de telenovela.  Una de las sorpresas de la que llevo viendo cada tarde, por razones que escapan a mi comprensión. En un par de ocasiones citan también Casa tomada y 1984.

Depositaria de antiguos victimismos, la mujer de la telenovela se multiplica en tres, en siete, en ochenta, y cada personaje abraza misteriosos atributos, secretas virtudes, rasguños de heroísmo o menudencia, alada mediocridad.
Ora es feliz alimentando a quienes visitan su altar-fortaleza-casa, ora encarna a la Justicia y es comprensiblemente cómplice en la persecución de los malvados, ora representa a Circe, sensual  sádica y vengadora de oprobios masculinos, ora revive en joven madonna  para buscar, a lo largo de ciento ochenta y nueve capítulos, a su criatura concebida con males artes y secuestrada  al nacer.

En la telenovela, un Anticristo, padre cariñoso y mutante, transmite su originalidad genética cada treinta y tres años. Sus pupilas adquieren un brillo despiadado en ciertos clímax y es capaz de ejecutar a sus acólitos traidores con ternura sin igual.
Mientras tanto, el Héroe sobrevive al amor y a los revólveres entre jeringuillas y dosis de una droga que mata la voluntad de los individuos y hará—si él no lo remedia–triunfar al Mal sobre el mundo siempre tan ancho y tan ajeno.

En la telenovela  se llega a las manos,  se velan los desnudos, los besos son labio-palatales según la edad y los padecimientos. Hay  bebés  hábiles en telequinesia, mujeres que lloran su esterilidad, madres que pierden a sus hijos, hijos que las matan cumpliendo órdenes y por siempre sollozan ante sus tumbas cuántos-disgustos-te-he-dado. En la telenovela se olvida el rumbo de las olas y las banderas de los buques son necesariamente falsas. El Mal tiene espíritu emprendedor y multiplica sus negocios, sus crímenes, se introduce en las secretarías de gobierno y en las clínicas de salud  y tatúa a sus miembros con un ideograma chino. El Mal se interpone en el sendero de las mujeres locas por encamarse con el Héroe y por sus imaginarios o reales bebés  –a quienes portan como estandarte de misión cumplida y  regalo a la humanidad. 

La maga Circe.
Implacable, resuena el himno a la vida en los oídos antes mudos, indiferentes hasta que poco a poco se dejan vencer por el hechizo de quedarse contemplando el techo con ojos vacuos  y  unas infinitas ganas de no hacer, solo salir al balcón, apoyarse en el éter, juntar mucha saliva y entreabriendo la boca dejarla caer en un hilo de baba interminable.
Y, sin embargo, ¿cómo entender el mundo sin olor a mito, mito doméstico, oloroso y doliente? ¿Qué región de lo femenino silenciado alcanzan las telenovelas, que también disfrutan de muchos espectadores masculinos?

Algunos días y treinta y nueve capítulos más tarde, enganchada por voluntad propia, asisto al reencuentro del Anticristo y su madura madre,  cuya mirada compasiva hace temblar al pobre hombre. En brillante anagnórisis, reaparece también el Padre – en la cadena de Anticristos que se reproducen cada treinta y tres años hasta llegar al Elegido, el bebé que  presidirá el nuevo Orden tras el Fin del Mundo. Pero nos movemos en terreno de los guionistas, en deuda con los culebrones bizantinos, los libros de aventuras peregrinas , los folletines del XIX y –más cercanos en el tiempo— los seriales radiofónicos. 
Presiento un desenlace horripilante, la curación del aciago niño, el adiós a la imaginación perversamente sensual de los malvados  gozadores y la epifanía del Héroe y la Heroína  post románticos–  como era ¡ay!  tan previsible.

 Amparo Arróspide


Filmografía

Telenovela “Culpable de este amor”, estrenada en 2004 y emitida por Telefe (Televisión Federal) desde Buenos Aires.
El bizarro melodrama permite una lectura o interpretación política, ya que transcurridos poco más de veinte años desde la dictadura militar argentina (1976- 1983), “Culpable de este amor” transmuta a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en personajes que reclaman  a sus hijos  secuestrados por  la “Secta del Tigre” (¡). Se incorporan elementos ya exitosos del cine, como el argumento de Rosemary´s  Baby de Polansky (1968),  fragmentos de la banda sonora del Drácula (1992) de Ford Coppola y un montaje trepidante, combinando numerosas tramas que alternan entre sí al estilo de Robert Altman en Short Cuts (1993).







RECOMENDACIÓN 27: RETORNO A BRIDESHEAD III

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REVISITANDO BRIDESHEAD III


EL RODAJE. LAS LOCALIZACIONES.
SUCINTA REFERENCIA A GEOFFREY BURGON 
Y LA BANDA SONORA DE RETORNO A BRIDESHEAD.

                




                En la serie Retorno a Brideshead, los escenarios y localizaciones tienen una importancia fundamental. Las series inglesas más emblemáticas hasta ese momento, Arriba y abajo (1971-1975)  y Yo, Claudio (1976), estaban grabadas directamente en video, con una estética muy teatral. Por primera vez, una productora británica, Granada TV, rodaba íntegramente en soporte cinematográfico de celuloide y contaba con un altísimo presupuesto para llevar a la pequeña pantalla  el arco argumental de una compleja obra literaria como es la obra de Evelyn Waugh.  No se escatimó a la hora de recrear la atmósfera de la novela y ser lo más fiel a la misma; y ello implicaba rodar en los emplazamientos apropiados y en las mejores condiciones técnicas posibles para la época. Se había de incluir una gran mansión barroca compatible en características con Brideshead tal como la describe Waugh,  un campamento del ejército inglés durante la II Guerra Mundial ocupando los terrenos de la mansión, las escenas en el Oxford de los años veinte de los capítulos iniciales, varias escenas clave en Venecia con sus palazzos y canales,  una gran escena de caza y hasta un barco atrapado en medio de una tormenta en el Atlántico. Para la época pudieron parecer desproporcionados los medios pero no cabe duda de que, con el tiempo, Retorno a Bridesheadha devenido una serie mítica y se ha establecido como auténtica referencia con la que se ha de medir cualquier serie de televisión hecha bajo presupuestos de rigor y calidad.     

           
     Para recrear Brideshead,  la solariega mansión de la familia Flyte, se tuvo el acierto de recurrir al Castillo de Howard[1]en el condado de Yorkshire; una de las casas del barroco inglés más hermosas de toda Inglaterra, joya de la arquitectura y el paisajismo. No nos extenderemos demasiado porque a ella y a sus aledaños dedicaremos una entrega completa. Sólo decir, a modo de curiosidad, que también fue escenario para el rodaje de películas como Lady L (1965) de Peter Ustinov y de Barry Lyndon (1975), de Stanley Kubrick

                 
Buena parte de los episodios 1 al 4 se sitúa en Oxford, "la ciudad de las agujas de ensueño". Se rodó en los colleges de Hertford, Wadham y en Christ Church. Este último college, también sede de la catedral de la diócesis de Oxford, es el más aristocrático y según la novela, en él tenían sus habitaciones Sebastian y Antohny Blanche. El college elegido para figurar como de Charles Ryder fue el de Hertford, más modesto. Se rodó en las mismas habitaciones que ocupó en su juventud el mismo Waugh durante sus años universitarios, amueblándose con sumo cuidado para adecuarlas a la descripción de la novela, incluyéndose una reproducción de Los Girasoles de Van Gogh y otra de Roger Fry, además de la calavera sobre la mesa con el lema Et in Arcadia ego grabado sobre la frente. 

               
Geoffrey Burgon
La estancia de Charles y Sebastian en Venecia, a donde llegan compartiendo el dinero asignado al joven aristócrata para el viaje,  es una de las partes más bellas y luminosas de la serie. Las escenas, pertenecientes al episodio 2, se rodaron en famosos emplazamientos como la Iglesia de Santa Maria Gloriosa dei Frari y la Scuola di San Rocco. Para recrear el palacete donde vive lord Marchmain con Cara,  su amante italiana, se rodó en el Palazzo Barbaro construido en el siglo XV junto al Gran Canal, cerca del Puente de la Academia  y que había acogido a ilustres huéspedes como los pintores Monet y John Singer Sargent y el novelista norteamericano Henry James.  La construcción consta de dos parte distintas; a la izquierda un palacio de estilo gótico de primera mitad del siglo XV y al otro lado un palacio de estilo barroco diseñado por Antonio Gaspari. 


            
    Para las escenas de interior que se desarrollan en Marchmain House, la residencia londinense de la familia Flyte, se recurrió a la mansión de Tatton Park, en Knutsford (Chershire). En el episodio 6, las escenas ambientadas en el sur de Francia se rodaron en Portmeirion, una costera villa turística en estilo italiano en el condado de Gwynedd, en el norte de Gales. La capilla en que se rodó la ceremonia de matrimonio entre Julia y Rex Mottram en el mismo episodio, está situada en Lynne Park (Chershire). Las tomas de interior de la casa de Nancy, la niñera jubilada de los Flyte, fueron filmadas en el palacio de Heaton Hall en Manchester.                


                Las escenas de Marruecos en el episodio 7 a donde viaja Charles en busca de Sebastian y las que recrean paisajes de México y Sudamérica en el episodio 8, fueron las primeras en rodarse. El equipo se trasladó para ello al archipiélago de Malta. Los exteriores se rodaron principalmente en la ciudadela amurallada de Rabat (o Victoria), capital de la isla de Gozo. Las escenas en el consulado británico en Marruecos fueron filmadas en la isla de Malta.



                El Queen Elizabeth II fue el escenario de algunas de las secuencias más ambiciosas de la serie, enmarcadas en los episodios 8 y 9. Parte se rodaron durante el trascurso de una tormenta en medio del Atlántico. Las escenas en el interior de los camarotes se rodaron en el centenario hotel Adelphi, en Liverpool, que conserva aún las originales lámparas de araña y los suntuosos vestíbulos de mármol y en el hotel Park Lane en Londres, un bello edificio Art Decó que data de la época eduardiana.

                
 Siguiendo el guión del programa que me he marcado, ahora toca el turno de hablar de la banda sonora de la serie cuyo autor es el compositor británico Geoffrey Burgon. Este polifacético compositor nació en Hambledon (Hampshire) en 1941 y falleció con 69 años, en 2010, tras un breve enfermedad. Comenzó su carrera musical como trompetista conectado con el jazz americano y músicos como Miles Davis y Coltrane;  hasta que, algo tardíamente,  descubre que estaba más interesado en la composición y toma clases privadas con Lennox Berkeley. Su catálogo como compositor abarca música orquestal, concertante, ballet, cámara, piano, música vocal y música coral.  Sus mayores éxitos de crítica y que sellaron su reputación los obtiene con los Cinco sonetos de John Donne (1967) para soprano y mezzo,  las Canciones del alma, para dos contratenores y cuerdas (1975) obra basada en el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz,  su Réquiem (1976), La Caída de Lucifer (1977),  la opera Hard Times (1991) basada en la novela de Dickens y el Concierto para chelo(2009). Pero su fama, a nivel de público, le viene, sobre todo, por la composición de algunas bandas sonoras para cine y televisión, como La vida de Brian (1979), Los perros de la guerra (1981), Retorno a Brideshead (1981), Tinker, tailor, soldier, spy (1979)[2], Crónicas de Narnia (1988-1989-1990)[3], Robin Hood (1991), Longitude (2000)[4]y La saga de los Forsyte (2002-2003).

               
 Gran Bretaña no tiene un papel distintivo en el proceso de cambio promovido por las vanguardias del continente desde la Segunda Escuela de Viena. En Gran Bretaña, la música posterior a la Segunda Guerra Mundial se sitúa entre el neoclasicismo, el romanticismo y el impresionismo. El lenguaje musical de Geoffrey Burgon es enteramente tonal, en la estela de músicos como Vaughan Williams, Bax, William Walton o Benjamin Britten. La plasticidad y la fluidez de su música se adapta perfectamente a la voz humana, lo que propició una estrecha y larga colaboración con el contratenor James Bowman para quien escribió varias obras. En su catálogo predomina la música vocal y coral, constituyendo esta última la parte más extensa de su producción, que contiene en su mayoría piezas de carácter religioso. Burgon decía que su dedicación a la composición de música para el cine y la televisión era la que le permitía seguir engrosando su catálogo de música "seria".

              
  Geoffrey Burgon compone para Retorno a Brideshead una música elegante, refinada y sutilmente evocadora. La banda sonora responde en líneas generales a una forma de tema principal con variaciones. El tema principal, un andante que se desgrana nobilmente, es el conocido Brideshead theme, tocado por los vientos y asociado a la mansión solariega de la familia de Sebastian[5]. El mismo tema, aparece a lo largo de la suite con diferente timbre, sonando más nostálgico en el oboe o más dulce en la flauta. Al año siguiente, Burgon incorporó a su catálogo una pieza para piano basada en el Brideshead theme y las Variaciones Brideshead para orquesta, una secuencia de seis movimientos pertenecientes a la música compuesta para la banda sonora.

                Para terminar, a modo de curiosidad y para evitar la confusión, decir que existe un arreglo del Brideshead theme del cuarteto vocal británico femenino All angels, con el texto del himno latino Ave verum corpus.



Juan Lozano Felices






[1] El término Castle no debe llevarnos a engaño. Se utiliza en el Reino Unido para describir las casas solariegas construidas en un entorno rural.

[2] Serie de la BBC, basada en la novela de John Le Carré, que en España se emitió con el nombre de "El topo", con dirección de John Irvin y Alec Guinnes en el papel protagonista. La pieza de Burgon,  Dimittis Nunc que sonaba al final, en los títulos de crédito, le catapultó a la fama y supuso que Granada TV le propusiera componer la banda sonora para Retorno a Brideshead.

[3] Serie de la BBC de finales de los ochenta, basada en las obras de S. C. Lewis,  no confundir con las películas basadas en la misma obra.

[4] Con esta serie volvieron a colaborar en un mismo proyecto, el director Charles Sturridge, el compositor Geoffrey Burgon y el actor Jeremy Irons.


[5] Las piezas de las que consta la Banda sonora y su minutaje son los siguientes:

 1.Brideshead Theme (2:07) 2.Going To Brideshead (3:02)  3.The First Visit (2:23)  4.Venice Nocturne (1:49)  5.Sebastian's Summer (5:35)  6.The Hunt (2:19) 7.Sebastian Against The World (1:39)  8.Julia In Love (2:13)  9.Julia (4:15) 10.Rain In Venice (3:12) 11.General Strike (1:56) 12.Fading Light (2:53) 13.Julia's Theme (2:07) 14.Sebastian Alone (2:20) 15.Orphans Of The Storm (4:07) 16.Finale (2:50)


RECOMENDACIÓN 28: YO, CLAUDIO.

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Empecé a traducir a Tácito en tercero de carrera, y poco tiempo me bastó para engancharme a su lectura, primero en castellano y luego directamente en latín, cuando mi capacidad traductora había mejorado considerablemente. “Antes muerto que sencillo”, bromeábamos en clase. Era un autor difícil, pero de una profundidad inmensa y una calidad literaria supina, lejos de su simple definición de “analista”.


Supongo que Robert Graves sintió lo mismo que yo cuando estudiaba, o bien cuando cogió por primera vez los Anales o las Historias de Tácito (aunque, según tengo entendido, Claudio, tras leer a Suetonio, se le apareció en sueños para decirle que contara su historia).


Escena de la serie, durante una sesión del Senado.
Yo, Claudio fue su novela más conocida, publicada en 1934. Para ello, Graves usó otras fuentes (Plutarco y Suetonio, principalmente), ya que, como se sabe- y lamentándolo muchos tanto como yo-, la obra de Tácito está incompleta. Algunos reinados, como el de Calígula, se habían perdido, y Graves echó mano de las vidas de Plutarco y Suetonio para contrarrestar esa carencia. A éste último lo conocía bien: lo había traducido al completo al inglés, y durante mucho tiempo fue considerada una de las mejores traducciones del autor latino. Un año más tarde (parece que no le bastó) publicaría Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, pero esa es otra historia…


Aquí vamos a centrarnos en esa primera novela de temática histórica: la vida del emperador Claudio (de nombre oficial algo más rebuscado: Tiberio Claudio César Augusto Germánico), que nació en el 10 a.C. y moriría en el año 54 de la era cristiana. La novela, escrita en primera persona, se convierte en una autobiografía de Claudio, pero no sólo de su vida, sino la de su familia y, por extensión, la historia de los inicios del Imperio Romano, desde que muriera César (y subiera al trono Augusto) hasta el reinado de Calígula.
 
Claudio, Calígula y Tiberio, ya al final de su reinado.


Comienza como empezaría Dickens en David Copperfield años atrás (nací, crecí…) desde su más pronta juventud, haciendo referencia a su cojera, su tartamudeo, sus tics nerviosos…, e incluso el desprecio que algunos le demostraban. Al mismo tiempo presentará a los personajes que conformaban su familia: los Julio-Claudios. Seguirá, a lo largo de la novela, contando la historia de los cuatro primeros reinados del Imperio: Augusto, Tiberio, Calígula y, cuando Claudio contaba con 49 años, su subida al trono.


A diferencia de lo que podemos encontrar en Tácito (que bien lo dejaba claro al inicio de sus Anales, cuando afirmaba que iba a contar la historia del Imperio sine ira et studio), Graves podría contar la historia de los emperadores a través de Claudio desde un punto de vista casi íntimo, como miembro que era de la familia real (y recordemos que el mismo Claudio era historiador, cosa de la que se burlaban, entre otros, su madre Antonia o su abuela Livia, la esposa de Augusto). Al inicio de la novela, Claudio recibe la profecía de la Sibila de Cumas: 1900 años más tarde, su autobiografía será encontrada. Por ello, Claudio escribirá en griego, creyendo que sería incluso en el siglo XX la lengua literaria. 


Livia, Augusto y Agripa, en la serie Yo, Claudio.
Durante toda la novela, el lector se va acercando a la figura de Claudio, a su personalidad y su carácter. Quien haya leído a Tácito y Suetonio, comprenderá que Graves aquí lo hizo muy acertadamente. Vemos un Claudio republicano (afín en cierto modo a Augusto, en contra de su esposa), observador de la historia, y con un carácter analítico y preocupado por Roma hasta la médula. Se convierte así Yo, Claudio en una excelente manera de conocer esa parte de la historia de Roma, así como las costumbres de la época, la religión, o incluso ciertas expresiones latinas.


Sin duda, para mí, el personaje más atractivo de esta época sería Livia, la emperatriz, eternamente obsesionada en ser divinizada a su muere, llena de manipulación y hambrienta de poder. Un personaje fascinante que Graves supo retratar a la perfección. De hecho, en cierto momento Livia confiesa algunos crímenes que ha cometido (Marcelo, Agripa, o incluso sus nietos), con tal de que Calígula o Claudio la divinicen tras su muerte. Este dato es fundamental para saber que Robert sí siguió a Tácito, pues fue el único historiador que afirmó estos crímenes de Livia.


La casi diabólica Livia, esposa del emperador Augusto.

Tras la publicación de la novela, Graves recibió algunas críticas por su falta de rigurosidad histórica. De hecho, en la novela hay una secuencia que tiene que ver con esto: los dos historiadores Livio y Polión discuten delante de Claudio sobre ello, y Livio asegura que es mejor tomarse ciertas libertades en la narración para hacerla más atractiva; por el contrario, Polión se define como más preciso, aunque su lectura sea menos entretenida. Esto los críticos lo usaron para decir que así Graves justificaba sus incoherencias históricas. Claudio (que admira más a Polión y escribe como él, más disciplinadamente), cuando es preguntado por los historiadores en la novela, responde ante estos dos métodos que la historia tiene dos propósitos, “uno es inspirar a los hombres la virtud y el otro es compelerlos a la verdad, y quizá no sean irreconciliables”.



Mesalina, la tercera esposa de Claudio.
Debates aparte, Graves fue aclamado por su novela y se convirtió en número uno en ventas, aunque después reconocería que se sentía a disgusto con la popularidad de los libros. Señaló que sólo fueron escritos por necesidad económica. Lo que está claro –si miramos sus obras- es que Graves era un enamorado de la Cultura Clásica y la Historia de Roma. Como sabemos, más tarde narraría el reinado de Claudio propiamente hasta la muerte del emperador en Claudio, el dios, y su esposa Mesalina.



Aunque en 1937 se produjeron intentos de adaptar esta novela al cine, finalmente se abortó el proyecto, ya que la actriz que haría de Mesalina (Merle Oberon) sufrió un accidente de tráfico. Después se habló de otras adaptaciones, pero hasta la fecha (que yo sepa) no hay película. Sí, por el contrario, se adaptó en 1972 al teatro, protagonizada por David Warner.


Pero entonces llegó la BBC y en 1976 produjo, con guión de Jack Pullman, la miniserie Yo, Claudio que tan gratos momentos me ha proporcionado, no sólo a mí, sino a muchos de mis alumnos de Latín. Y el éxito de la serie no fue menor que el de la novela: tres premios Emmy en 1978 y cuatro premios BAFTA en 1977. Pullman se basó en las dos novelas de Graves, llegando hasta la muerte de Claudio, pero nadie puede discutirme que la parte que se centra en los Julio-Claudios es la mejor de la serie, la que más fuerza tiene sin duda.


Nerón, hijo de Agripina, sucesor de Claudio.
Trece capítulos magníficos componen la serie, con una estupenda escenografía y decorados, sin un solo exterior, incluso para narrar ciertos episodios de las guerras germanas. Y un Derek Jacobi en el papel de Claudio que me enamoró desde el primer episodio (y que luego veríamos de senador romano con firmes ideales republicanos en Gladiator). Y esa Siân Phillips como Livia que mejor no pudo hacerlo. Y un John Hurt en el papel de Calígula que tanto te hacía reír como horrorizarte. Y ¿qué me dicen de la dulce Mesalina, terrible, interpretada por Sheila White, con la carita de ángel? Sin desperdicio desde el inicio hasta el final.


Intrigas, muertes, diálogos magníficos, deseos de poder, sexo… ¿Y ahora nos volvemos locos con Juego de tronos? Disculpen, pero todo lo que aparece aquí ya estaba en Yo, Claudio.


Claudio junto a la ya anciana Livia.
Si he de quedarme con una escena, sin duda, destacaría de esos trece capítulos el momento en que Livia, a punto de morir, se confiesa a Claudio. Y Claudio –el vino lo hace osado- deja de tartamudear por un momento e interroga a su abuela con la frialdad y buscando la precisión de un verdadero historiador. Un momento sublime.






Si no han leído la novela, por favor, pónganse a ello, y lo mismo en cuanto a la serie. Si lo han hecho, nunca está de más revisitar a los clásicos. Y si ya han leído, han visto y han revisitado, les invito a leer los Anales de Tácito, que, aunque no lo crean, está de terrible actualidad: un republicano en el Imperio, y ojo con hablar mal del gobierno existente… ¿Les recuerda a algo?



Les dejo aquí para abrir boca el inicio de los Anales, donde Tácito adelanta de lo que va a hablar:


La ciudad de Roma fue a su principio gobernada por reyes. Lucio Bruto introdujo la libertad y el consulado. Las dictaduras se tomaban por tiempo limitado, y el poderío de los diez varones (decemviros) no pasó de dos años, ni la autoridad consular de los tribunos militares duró mucho. No fue largo el señorío de Cinna, ni el de Sila, y la potencia de Pompeyo y Craso tuvo fin en César, como las armas de Antonio y Lépido en Augusto, el cual, debajo del nombre de príncipe se apoderó de todo el Estado, exhausto y cansado con las discordias civiles. Mas las cosas prósperas y adversas de la antigua República han sido contadas ya por claros escritores; y no faltaron ingenios para escribir los tiempos de Augusto, hasta que poco a poco se fueron estragando al paso que iba creciendo la adulación. Las cosas de Tiberio, de Cayo Calígula, de Claudio y aun de Nerón fueron escritas con falsedad, floreciendo ellos por miedo, y después de muertos, por los recientes aborrecimientos; de que me ha venido deseo de referir pocas cosas, y ésas las últimas de Augusto; luego el principado de Tiberio y los demás, todo sin odio ni afición, de cuyas causas estoy bien lejos.







 Noelia Illán Conesa




RECOMENDACIÓN 29: EL DIARIO DE NOA.

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El Alzheimer es una escalera de caracol que va para abajo. 
Borra la memoria, no los sentimientos.

Pedro Simón





1. El cuaderno de Noah, de Nicholas Sparks.




Nicholas Sparks es un escritor estadounidense. Sus diecinueve novelas hablan del amor, la tragedia o el destino. No hay duda alguna de que es un escritor de fama internacional y lo demuestra el hecho de que ocho de sus novelas han sido llevadas a la gran pantalla (Mensaje en una botella, Noches de Tormenta oÚltima canción, entre otras). 


Su primera novela, El diario de Noah (The notebook) lo escribió en apenas seis meses. Está inspirada en la historia real de los abuelos de su esposa. La editorial Warner Books compró los derechos de publicación por un millón de dólares. Lo primero que compró Nicholas fue un anillo de boda nuevo para su esposa Cathy. 



El diario de Noah es un libro corto que se lee en apenas unas horas y que te atrapa por la historia que nos cuenta. No hay que olvidar tener a mano una caja de pañuelos, eso sí, porque lloras a moco tendido.Es una historia conmovedora, dulce, triste, hermosa, trágica, romántica y profunda. En esta novela comprobamos que el amor verdadero puede superar todas las barreras, tanto de la edad como de los prejuicios sociales o la enfermedad. 


La novela está relatada desde la mirada del anciano Noah, que reside junto a su esposa en una residencia de mayores, pues Allie sufre de Alzheimer. El anciano, de 84 años y con tres infartos en su historial clínico, lucha todos los días para que ella recuerde, le deje acercarse y darle un beso, le hable o sencillamente le sonría.  Allie no reconoce a su marido ni recuerda que tiene hijos y nietos. Cuando la anciana tiene un buen día, él le lee su libro de notas y relee cada día la historia de amor que ellos dos vivieron. 


A través de su cuaderno  la pareja regresa  al año 46: al verano en que se encontraron  y se enamoraron perdidamente. Noah Calhoun cuenta por entonces diecisiete años y trabaja en un aserradero local. Por su parte, Allie, de 15 años, pertenece a otra clase social  más elevada. Está pasando las vacaciones en el pueblo. A los padres de la chica no les hace gracia esa relación, pero juntos pasan el verano de idílica forma, prometiéndose amor eterno; al final se separan y no vuelven a verse hasta catorce años después.  

Durante un tiempo, Noah le ha escrito cartas de amor que nunca obtuvieron respuesta por parte de ella. Más tarde se enterará de que han sido los padres de ella quienes las han escondido.  Unas semanas antes de que Allie se vaya a casar con un famoso abogado, se encuentra con Noah, que sigue amándola. Ni la distancia ni en tiempo ni la Segunda Guerra Mundial han logrado que se vaya de su corazón.


2. El diario de Noa, de Nick Cassavetes.



El diario de Noa es una película dirigida por Nick Cassavetes (al que podemos ver como actor en Cara a carao Delta Force III, entre muchas otras). En España se estrenó allá por el 2004 y la película recibió doce premios y tres nominaciones. Para mí, es sin duda la mejor adaptación de Sparks que se ha llevado al cine.



Está protagonizada por Ryan Gosling (Noah de joven), James Garner (Noah anciano), Rachel McAdams (Allie de joven) y Gena Rowlands (Allie de anciana). Para mí los cuatro actores le dan mucha credibilidad a la historia. Es una película que no pasa de forma indiferente y que te hace llorar en muchas de las escenas que se viven.


Muchas películas tratan de enfermedades, pero la mayoría no suele reflejar la realidad de las mismas y creo que El diario de Noa, a pesar de ser una historia romántica, sí relata el lado más doloroso del Alzheimer.  Esta enfermedad, que no tiene cura,  llega a la vida de los protagonistas de forma inesperada. Ella es la que padece la enfermedad, pero es él quien sufre día a día los cambios de humor, el olvido e incluso la agresividad. 



La película  refleja una bella historia de amor, sin tapujos, transparente y muy emotiva. De esas que todos quisiéramos para nosotros. Existe, además, un final alternativo, o más bien ampliado. En uno acaban abrazados en la cama y  dándose un beso de buenas noches, y en el otro aparecen al día siguiente ambos en la cama pero cogidos de la mano y muertos. 


He visto varias veces la película y me es imposible no buscar varias diferencias con el libro. En la novela, Noah y Allie se vuelven a ver después de catorce años, en la película son sólo siete. En la novela la pareja se conoce en el verano de 1932, mientras que en la película fue en los años 40.  En la novela Noah le escribe una carta al mes, durante dos años y medio, mientras que en la película le ha escrito una misiva diaria. La madre de Allie es quien se opone a la relación en la película, mientras que en la novela es el padre. En la película Allie  tiene demencia senil y en la novela sufre de Alzheimer. La idílica relación y la química que despertaban Ryan Gosling y Rachel MacAdams en el film no fue real, o al menos al principio. Ryan no soportaba a la actriz y le pidió al director que la cambiara, pero del odio al amor hay un paso y, tras el rodaje, se convirtieron en pareja real (una relación de más de tres años).



Y como añadidura, podemos comentar algunos aspectos curiosos del rodaje. Se rumoreó que Rachel recibió el guión la noche antes de su audición, mientras asistía al estreno de otra película en la que intervenía. Entre sus competidoras estaban actrices de la talla de Jessica Biel, Britney Spears o Ashley Judd.

La actriz Gena Rowlands (interpretó a Allie de mayor) es la madre del director  Nick Cassavetes. Las escenas del final, cuando Noa y Allie interpretan  sus papeles de mayores, fueron rodadas al principio; después, Ryan Gosling tuvo que perder cerca de 10 kilos y raparse la barba para volver a interpretar a Noa de joven. Por cierto, que Ryan estuvo aprendiendo a hacer muebles y de esos ensayos salió la mesa de la cocina que aparece en la película. 


Ryan Gosling fue siempre el único candidato para interpretar a Noa. "Tú no eres como los otros actores jóvenes que hay en Hollywood. No eres guapo, no eres genial, eres solo un tipo normal que parece un poco loco”, le dijo el director.



Por último, hay que indicar que hubo varios errores de cálculo: Allie y Noa escuchan en 1940 la canción de Billie Holiday “I’ll  be seeing you”, pero esta versión no se grabó hasta el año 1944. Asímismo, cuando la pareja pasea después de ir al cine, se observan parquímetros por la calle, pero estos no comenzaron a usarse en Carolina del Sur hasta el año 1947. Cosas del directo…


Para una tarde en casa de llanto. ¡No falla!






Águeda Conesa












RECOMENDACIÓN 30: RETORNO A BRIDESHEAD IV.

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REVISTIANDO BRIDESHEAD IV

BRIDESHEAD EN LA NOVELA DE WAUGH Y EN LA SERIE DE GRANADA TV. ESPECIAL CONSIDERACION A LA CAPILLA Y A LA FUENTE. 







                El pueblo de Macondo, Combray, Howard´s End, el 221b de Baker Street, Manderley, el West Egg donde se levanta la mansión de Gatsby, la buhardilla de Raskólnikov en San Petersburgo, Pemberley, el Nautilus de Nemo, la fortaleza Bastiani asomada al desierto por donde alguna vez atacarán los tártaros, la ciudad de los Inmortales,  el lugar de La Mancha que Cervantes olvida deliberadamente, la Casa Usher,  el ballenero Pequod, la Ítaca de Homero... Hay lugares en la literatura que trascienden el papel para convertirse en territorio mítico-simbólico. Es evidente que la mansión de Brideshead, creada por Evelyn Waugh para la novela a la que da título, pertenece por derecho propio a esta categoría. 



                En Retorno a Brideshead, presente o no, el hogar ancestral de la familia Flyte es el lugar más significativo de la trama. Sirve de motivo conductor, tiene valor de símbolo y constituye una referencia ineludible.  La mansión de Brideshead representa la arcadia, el esplendor en la hierba, la felicidad de los tiempos pasados de juventud. El regreso conlleva vislumbrar ese resplandor que en otro tiempo fue tan brillante[1]desde la perspectiva de un hombre de mediana edad que atraviesa una profunda crisis personal, que se ve a sí mismo viejo y fatigado y percibe algo muerto en su interior.  Así, en el retorno físico, del todo imprevisto (la metáfora chestertoniana del "tirón del hilo"),  experimentará Charles Ryder  la vuelta a la experiencia arcádica, de donde saldrá fortalecido por una naciente fe que siempre había negado y en la que hallará el aliento vital  para seguir viviendo. De este tema se tratará más amplia y profundamente en posteriores entregas.

                Trataremos en esta cuarta entrega de la mansión Brideshead, poniendo en paralelo la  serie de Granada TV, la novela de Waugh y el desiderátum de éste para una posible adaptación, concretado en el memorándum que mandó a los estudios de la Metro, donde daba instrucciones detalladas relacionadas, no solo con la trama y los personajes sino con distintos aspectos de los emplazamientos. 

                
 Mención aparte merece la defensa, apasionada pero sincera, que hace Waugh de la casa de campo, verdadera seña de identidad de la aristocracia inglesa y de su periclitada forma de vida. En un revelador prefacio que escribió Waugh en 1959 para la edición revisada de Retorno a Brideshead, y al que necesariamente habremos de volver, nos dice:


               En la primavera de 1944 era imposible prever el culto que ahora se rinde a la casa de campo inglesa. En aquella época, las mansiones ancestrales, que significaban nuestro mayor logro artístico, parecían condenadas a la decadencia y al expolio, como los monasterios en el siglo XVI.



                Para entender mejor la naturaleza de la casa de campo en la campiña inglesa, reproduzco a continuación el siguiente texto de Ignacio Peyró[2]:

No en vano, la casa de campo puede verse como la intersección perfecta de los más importantes valores y continuidades del ethos británico. Y por eso, hablar de la "country house" es hablar de libertad, de intimidad, de un sistema de propiedad, del arraigo local, de la identificación de la Inglaterra eterna con su campo, de un símbolo de orden y estabilidad política. (...) la lealtad a la tierra, el arraigo en ella, es para el inglés un vínculo natural con sus libertades y su ley. (...) La propaganda de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial iba a mostrar imágenes elocuentes de Inglaterra con la leyenda "Por esto luchamos". Las imágenes eran rincones de la campiña inglesa, como un simbolismo de una belleza cercana y reconocible, pero también del país encantado de la memoria y el mito, modelado por mano humana de tal modo que sólo puede contemplarse con orgullo.



                Tras este breve excurso que nos ha permitido conocer la esencia de la casa de campo inglesa, volvemos a la mansión de Brideshead, comenzando por el referente visual. Como ya vimos en la entrega anterior, para recrear la mansión de los Flyte, se tuvo el acierto de recurrir al Castillo Howard[3]a 27 km al norte de la ciudad de York. Es una de las casas del barroco inglés más hermosas de toda Inglaterra, joya de la arquitectura y el paisajismo. Constituye una gran atracción turística para los visitantes de la zona y en la actualidad sigue siendo residencia privada de la familia Howard. Esta familia fue muy célebre por su adhesión ferviente al catolicismo romano durante la Reforma anglicana, lo que les impidió ocupar con regularidad sus asientos en la Cámara de los Lores.

                 Fue construida entre 1699 y 1712 para el tercer conde de Carlisle, con diseño del arquitecto y dramaturgo John Vanbrugh que quiso recrear un espacio arcádico[4]. Consta de dos alas simétricas y una cúpula central de 24 metros de altura y que fue añadida al diseño años después de comenzar las obras. Un incendio en 1940 dañó buena parte de las habitaciones, se perdieron pinturas valiosas y la cúpula se desmoronó. Veinte años después se encargó al artista canadiense Scott Medd que volviese a pintar los frescos del interior de la cúpula, basándose en los originales de Antonio Pellegrini[5]que representaban la caída de Faetón[6], disponiéndose tan solo de una vieja fotografía en blanco y negro.  La mansión contiene en su interior una fabulosa colección de arte con obras de Tiziano, Canaletto, Bassano, Carracci,  George Stubbs o Marco Ricci entre otros; esculturas griegas y romanas procedentes de Italia;  tapices de Williams Morris, colecciones de porcelana y otros objetos artísticos de diversa naturaleza. 



                En la capilla,  las vidrieras, que representan La Anunciación, La Natividad, La Adoración de los Magos y La huida a Egipto, están diseñadas por el pintor prerrafaelita Edward Burne-Jones y realizadas por William Morris en 1872. También, saliendo de la capilla a la izquierda, hay un alto relieve renacentista, "Virgen con niño", del arquitecto y escultor florentino Jacopo d´Antonio Sansovino, cuya obra maestra es la Biblioteca Marciana en Venecia. Se utilizó con regularidad hasta finales del siglo XVIII y aún se sigue utilizando para algún acto familiar.

                El castillo Howard está rodeado de amplios jardines y lagos a ambos lados de la casa, con templetes, estanques y esculturas que, asimismo, conforman una parte importante de la escenografía en los primeros episodios. Hay dos construcciones en los jardines que tienen una significación especial en la serie. Por un lado el templo de los Cuatro Vientos (conocido originalmente como Templo de Diana) con diseño de Vanbrugh, inspirado en la Villa Rotonda de Palladio en Vicenza. Para que el lector se sitúe es el lugar donde Charles y Sebastian se obstinan una noche, vestidos de etiqueta, en aprender a saborear y distinguir los mejores vinos de las bodegas de Brideshead. Y por otro, la fuente como eje central del jardín y que constituye un elemento visual clave en la serie. Se trata de una fuente ornamental, situada frente a la fachada principal. Su estanque es circular y su centro está ocupado por una escultura de Atlas soportando el mundo sobre sus hombros y rodeado de cuatro tritones que lanzan agua por sus caracolas a modo de trompetas. Fue creada por el artista John Thomas para la Exposición Universal de 1851 y traída después al jardín del castillo Howard por el paisajista William Andrews Nesfield que se ocupaba en aquella época de remodelar los parterres. Otros elementos importantes de los jardines de Howard Castle son el obelisco diseñado por Vanbrugh en 1714, un mausoleo destinado a albergar los restos de la familia que tiene una altura de tres metros y está sustentado por veinte pilares y una pirámide construida por el arquitecto Nicholas Hawksmoor en 1728, en cuyo interior se encuentra el busto de lord William Howard, antepasado del tercer conde de Carlisle y fundador de la rama Carlisle de la dinastía Howard. Por último, los terrenos cuentan con un arboretum de diseño irregular y caminos serpenteantes, Ray Wood, situado en un  antiguo bosque salvaje.

                Veamos ahora, con algunas transcripciones de la novela[7], las descripciones que Waugh hace de Brideshead, de la capilla y de la fuente. Tras el recorrido anterior por Howard Castle, no cabe sino preguntarse si Waugh no conocería esta mansión y la habría tomado como modelo para su ficticia Brideshead.

        
En la novela, la primera vez que Sebastian lleva a su nuevo amigo Charles Ryder a Brideshead para que conozca a la niñera Nanny Hawkins, detiene el automóvil a media milla de distancia y lo primero que distingue Charles a través del boscaje son la cúpula y las columnas de una vieja mansión y a lo lejos, los embalses de agua escalonados. Luego, desde la habitación de Nanny  dirá:

 La vieja nodriza de Sebastian estaba sentada frente a la ventana abierta. A sus pies se extendían la fuente, los lagos, el templo y, en la lejanía, sobre la última estribación, un reluciente obelisco.


En cuanto a la famosa cúpula que dota a Castle Howard de una silueta inconfundible, es importante saber que fue la primera vez que se empleaba en una residencia privada en Inglaterra. De hecho, la idea era bastante polémica ya que las cúpulas tenían una connotación católica y podía verse como una provocación en la Inglaterra protestante del siglo XVIII.  En Brideshead, los Flyte son una familia aristócrata con tradición católica al igual que la familia Howard que probablemente sea la familia católica más importante de Inglaterra.  Charles Ryder habla en alguna ocasión de la cúpula, en principio para descubrirnos que no lo era exactamente:  


Había sido diseñada para ser vista desde abajo, como las cúpulas del castillo de Chambord. Su tambor no era más que un piso adicional repleto de habitaciones rebajadas. Allí estaban las dependencias de los niños.

El verano que pasan juntos y solos en Brideshead, es también para Charles fuente de educación estética. Lo vemos dibujando esbozos o pintando en diversos momentos, tomando como modelo distintas partes de la casa o construcciones del jardín. Más tarde veremos a un Charles, ya pintor profesional de éxito que había comenzado su carrera  pintando grandes casas de la campiña inglesa. En el momento en que Charles se dedica a tomar esbozos de la fuente, se interesa por la cúpula. La fútil contestación de Sebastian es reflejo de su personalidad: 


-¿La cúpula también es de Iñigo Jones?[8]Parece posterior.

-¡Oh, Charles, no seas tan turista! ¿Qué importa cuándo se hizo, si es bonita?

-A mí me interesan esas cosas.

-Pues es una lástima; pensaba que ya te habías curado de todo eso... Ese señor Collins... la culpa es suya.



                Seguidamente, hay otro párrafo que proclama la profunda inclinación artística del personaje de Charles Ryder cuyos gustos, exquisitos y tradicionales, podríamos identificar con los del propio Waugh[9]:



Así me convertí al barroco. Bajo aquella cúpula alta e inso­lente, bajo los techos artesonados, mientras paseaba por los arcos y frontones rotos hasta la sombra de las columnas, quedándome, hora tras hora, ante la fuente, interrogando a las sombras, trazando sus ecos persistentes, regocijándome con sus recargadas proezas de temeridad e inventiva, sentí cómo dentro de mí se desarrollaba un sistema nervioso totalmente nuevo, como si el agua que salía a chorros burbujeante de entre sus piedras fuera en verdad un manantial vivificador.




En otro momento, una conversación con Sebastian denota el amor de Charles y su interés por todo lo que tenga que ver con Brideshead: 


-¿Por qué le llaman «castillo» a esta casa?

-Es que lo era hasta que lo trasladaron.

 -¿Qué estás diciendo?

-Pues eso. Teníamos un castillo a una milla de aquí, allí abajo, cerca del pueblo. Después nos encaprichamos con el valle, desmontaron el castillo, trajeron las piedras hasta aquí arriba y edificaron una casa nueva. Me alegro de que lo hicieran, ¿y tú?

-Si fuera mía nunca viviría en otra parte.



En cuanto a la capilla, durante la primera visita de Charles, Sebastian le expresa su interés en que la vea, no así con otras partes de la casa. Se refiere a ella como un monumento al modernismo. Curiosamente, como hemos visto las vidrieras de la capilla de Castle Howard son obra de los prerrafaelitas Burne Jones y Williams Morris. 


El último arquitecto que trabajó en Brideshead añadió una columnata y pabellones laterales. Uno de ellos era la capilla. 


A la llegada del primogénito lord Brideshead (a quien llaman familiarmente Bridey) para la feria agrícola, surge durante la cena el tema de la capilla a raíz de que el obispo le había comentado la conveniencia de cerrar la misma. Ante las protestas de Cordelia, Bridey pide la opinión de Charles:


- Y a mí también me gusta, pero ¡somos tan pocos...! No es como si fuéramos una familia de larga tradición católica a cuya propiedad acude todo el mundo para oír misa. Deberemos prescindir tarde o temprano de la capilla, aunque tal vez podamos conservarla mientras viva mamá. La cuestión es si no sería mejor renunciar a ella ahora. Usted es artista, Ryder, ¿qué opina de la capilla estéticamente?

-Yo creo que es hermosísima -dijo Cordelia, con lágrimas en los ojos.

-¿Tiene verdadera categoría artística?

-Bueno, no sé exactamente lo que quiere decir -repuse, cauteloso-. Creo que es un ejemplar extraordinario... Es muy probable que dentro de ochenta años sea muy admirada.




Años más tarde, tras la muerte de lady Marchmain, se cierra la capilla. Cordelia se lo cuenta a Charles, durante un encuentro en Londres:

»Bridey y el obispo han cerrado la capilla de Brideshead. El réquiem por mamá fue la última misa que se celebró allí. Después de enterrarla entró el cura -yo estaba sola, no creo que me viera-, retiró la piedra del altar y la guardó en su bolsa. Luego quemó las hebras de lana con el santo óleo y aventó las cenizas. Vació la pila de agua bendita y apagó la lamparilla del Santísimo. Abrió y vació el sagrario, como si a partir de aquel momento siempre fuera Viernes Santo. Supongo que todo esto no significa nada para ti, Charles, pobre agnóstico. Me quedé allí hasta que se hubo marchado, y entonces, de repente, ya no hubo capilla; sólo una estancia con una decoración extraña. No puedo descri­birte lo que sentí. Nunca has asistido al oficio de tinieblas, supongo.


También, a la llegada de Lord Marchmain a Brideshead, a donde acude para vivir sus últimos años, huyendo de los tiempos turbulentos que vive Italia, pregunta a Cordelia por la capilla y al comunicarle ésta que la cerraron cuando falleció lady Marchmain, el patriarca cuenta la historia:

-Era suya, yo se la regalé. Siempre hemos sido arquitectos en mi familia. La construí para ella; a la sombra del pabellón, la reedifiqué con las viejas piedras de detrás de las viejas paredes... Fue lo último que llegó a la antigua casa y lo primero en desaparecer. Hubo un capellán hasta la guerra. ¿Te acuerdas de él?


Hay una referencia a la capilla en el Prólogo, el teniente Hooper, subalterno de Charles Ryder, le dice:

- Esta casa es un barracón de primera. He estado husmeando un poco. Demasiados adornos, diría yo. Y una cosa muy rara: hay una especie de templo católico anexo a la casa. He mirado dentro y estaban oficiando alguna ceremonia; no había más que un sacerdote y un anciano. Me sentí un poco fuera de lugar. Es más tu mundo que el mío.



                Por último, en cuanto a la capilla, hay un monólogo de Charles Ryder muy esclarecedor en el Epílogo, que por su amplitud y trascendencia debe ser objeto de un análisis más amplio en otra entrega de esta serie de artículos.




                En cuanto a la fuente, otro de los elementos visuales clave en la serie, hay múltiples referencias a lo largo de la novela; la primera desde el Prólogo, cuando Hooper, le explica a Charles lo que ha visto en su "husmear":



-También hay una espantosa fuente delante de las escaleras, descomunal, hecha de rocas y de todo tipo de animales de piedra. Nunca habrás visto nada igual.





             En el flashback, la primera vez que Charles describe la fuente, lo hace con estas palabras:



Otros setos de boj, más densos y altos, formaban un amplio óvalo recortado por nichos e interrumpido por estatuas; en el centro, dominando todo aquel espléndido panorama, se erguía la fuente, una fuente de las que uno espera encontrar en una piazza del sur de Italia; una fuente que, en efecto, fue descubierta allí hacía un siglo por un antepasado de Sebastian; descubierta, comprada, importada y reedificada en una tierra extraña aunque no hostil.

            

             Luego hay más referencias a la fuente, teniendo también su reflejo visual en la serie, acompañando en todo momento la vida de los personajes, "proporcionando siempre refresco y consuelo". Veamos algunos ejemplos más:



Por las ventanas abiertas se veían las estrellas y la noche perfumada, el paisaje índigo y plata del valle iluminado por la luz de la luna, y se oía el rumor del agua que caía en la fuente.

(...)

Y dejábamos la luz dorada de las velas del comedor para salir a la noche estrellada y sentarnos sobre el borde de la fuente, refrescando las manos en el agua y escuchando medio borrachos su chapaleo y gorgoteo entre las rocas.

(...)

Había traído dos cojines de jardín de donde estaban guarda­dos, bajo las columnas, y los había colocado sobre el borde de la fuente. Allí se sentó Julia, vestida con una túnica corta y ceñida de color dorado y una capa blanca, y con una mano en el agua iba girando perezosamente un anillo de esmeraldas para captar el fuego de la puesta del sol.



             Hacía el final del flashback (episodio 10 de la serie) , en un mismo día aparecen tres escenas junto a la fuente. En la primera, que se corresponde  con el anterior párrafo, Charles y Julia recuerdan los dos años que llevan viviendo juntos y piensan en divorciarse de sus anteriores parejas, para casarse. En la segunda, al anochecer, tras anunciar Bridey  su inminente matrimonio con una viuda de fuertes convicciones religiosas que no accedería a vivir bajo el mismo techo que la pareja adúltera, vuelven a encontrarse junto a la fuente y Julia da rienda suelta a su dolor  por el sentimiento de culpa que la tortura. A medianoche vuelven a salir y Charles hace alusión a  la fuente como elemento alrededor del cual se representa una tragicomedia donde ellos son los personajes:



               -Es como el escenario de una comedia -dije-. Lugar: una fuente barroca en la finca de un noble. Primer acto: puesta de sol; segundo acto: crepúsculo; tercer acto: medianoche. Los per­sonajes se reúnen continuamente junto a la fuente por una razón bastante incierta.



            

             En su lecho de muerte, lord Marchmain recuerda la historia de la fuente y su traslado a Brideshead:



La tía Julia vio cómo armaban la fuente, que ya era vieja antes de llegar aquí, curtida durante doscientos años por el sol de Nápoles y transportada en un destructor en los tiempos de Nelson. La fuente se secará pronto, hasta que vuelva a llenarla la lluvia, haciendo flotar las hojas caídas, y el carrizo cubrirá los lagos. Mejor hoy.



             Al final, en el Epílogo, el comandante de acuartelamiento le enseña la casa y vuelve a aparecer la fuente, ya despojada de todo su esplendor y belleza, al igual que la mansión:



La dueña de la casa tiene mucho cariño a esta fuente; los jóvenes oficiales solían juguetear aquí las noches de fiesta y estaba bastante maltrecha, así que la rodeé con esos alambres y cerré el agua. Ahora está algo sucia: todos los chóferes tiran dentro las colillas y restos de bocadillos, y no se puede limpiar desde que coloqué el alambre de protección... Algo recargada sí que es, ¿no le parece...?





             Como hemos visto, tanto en la novela como en su correlato visual, la capilla de Brideshead y la fuente del jardín tienen una importancia capital, no exenta de simbolismo.  En el memorándum que Waugh mandó a los estudios de la Metro, éste los pone de relieve como los dos elementos arquitectónicos que deben representar las características de la tradición aristocrática inglesa y pide, antes de marcharse de Hollywood, poder supervisar los bocetos. Sobre la capilla dice que, al contrario que en la novela, que es nueva, a los fines de la película debería ser antigua y formar parte del castillo original en cuyo emplazamiento se había construido el palacio barroco.Sigue diciendo:



Los Flyte deberían aparecer como una de aquellas familias nobles inglesas que conservaron su religión durante todo el periodo de la Reforma. Así pues, la capilla debería ser pequeña y medieval y debería contener las tumbas de los Flyte, que en la novela se describen como situadas en la iglesia parroquial.



Y en cuanto a la fuente:



La fuente representa el esplendor mundano dieciochesco de la familia. Se ha traído de Italia y la veo como una combinación de tres obras famosas de Bernini en Roma, cuyas fotografías pueden encontrarse en cualquier manual de arquitectura. Estas son las fuentes de Trevi y Piazza Navona y el elefante que sostiene el obelisco en Piazza Minerva, al que los romanos llaman cariñosamente "el cerdito".




                Me parece oportuno acabar este capítulo sobre Brideshead con una reflexión sobre el simbolismo que encierra la fuente. Según J.E. Cirlot, el movimiento circunferencial, que los gnósticos convirtieron en uno de sus emblemas esenciales mediante la figura del dragón o la serpiente que se muerde la cola (el uróboros), es una representación del tiempo y la continuidad de la vida. La circunferencia es la imagen de aquello en lo que el principio coincide con el fin, es decir, la naturaleza cíclica,  el eterno retorno, el mito de Sísifo.  No hay que olvidar que también la historia narrada en Retorno a Brideshead es circular, con un inmenso flashback en medio donde los personajes mueren o envejecen, terminando en el mismo lugar en que había comenzado.
               







[1] Tanto este verso, como el anterior en cursiva pertenecen al poema deWilliam Wordsworth "Ode on Intimations of Immortality from Recollections of Early Childhood", que se hizo muy popular por la película "Esplendor en la hierba" de Elia Kazan.
[2] PEYRÓ, Ignacio: Pompa y Circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa. Madrid, Fórcola Ediciones, 2014.
[3] El término Castle no debe llevarnos a engaño. Se utiliza en el Reino Unido para describir las casas solariegas construidas en un entorno rural.
[4]Geográficamente la Aracadia era una región situada en el centro del Peloponeso, abrupta y de difícil acceso. La idealización arcádica proviene de las Bucólicas de Virgilio y de la poesía de Ovidio, que suelen describir el escenario arcádico como un lugar afable, de espesos bosques y grandes pastos, lleno de suaves oteros, fuentes y alegres músicas pastoriles. (Diccionario de música, mitología, magia y religión. Ramón Andés, Ed. Acantilado, 2012)
[5] Pintor italiano (Venecia, 1675- id. 1741). Se lo considera un precursor importante de Giovanni Battista Tiepolo.
[6] Faetón, hijo del dios Helios,  quiso conducir su carruaje, el sol.  Faetón se dejó llevar por el pánico y perdió el control de los caballos blancos que tiraban del carro. Primero giró demasiado alto, de forma que la tierra se enfrió. Luego bajó demasiado, y la vegetación se secó y ardió. Finalmente, Zeus intervino, lanzando un rayo para parar el carro desbocado y Faeton se ahogó en el río Erídano (Po). 
[7] Las transcripciones de la novela Retorno a Brideshead pertenecen a la edición de RBA Editores, S.A. de 1992, con traducción de Caroline Phipps.
[8]Inigo Jones fue el arquitecto que configuró la arquitectura británica del siglo XVII. Sus propuestas se apartan del gótico tardío que perdura en el arte inglés en las primeras décadas del siglo XVII y del modelo del barroco italiano en aras de un clasicismo de diferente raíz. Entre sus obras destacan la Queen's House de Greenwich (1616-1618 y 1629-1635), la capilla de Somerset House (1638), destruida en 1775, la Queen's Chapel de Saint James Palace (1623-1627) y su obra maestra: la Banqueting House de Whitehall (1619-1622).
[9] Evelyn Waugh estuvo muy interesado en el arte. Quiso ser pintor y cuando salió de Oxford, se matriculó en una Escuela de Artes y Oficios en Londres. Su primer libro publicado, en 1928, era una biografía del artista prerafaelita Dante Gabriel Rossetti.



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